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El dolor como camino

Dilenia Cruz Por Dilenia Cruz
Dilenia Cruz
📷 Dilenia Cruz

El dolor emocional, muchas veces negado o reprimido, es una puerta hacia la sanación profunda. Desde diversas miradas terapéuticas, se reconoce que gran parte del sufrimiento actual tiene raíces en las cinco heridas de la infancia descritas por Lise Bourbeau: rechazo, abandono, humillación, traición e injusticia.

Estas heridas moldean nuestra percepción del mundo y las relaciones, generando patrones inconscientes que nos sabotean.

En la terapia Gestalt se invita a reconocer lo que es, sin juicio, acogiendo la emoción presente como guía. El enfoque somático propone habitar el cuerpo, donde estas heridas se manifiestan como tensiones, bloqueos o enfermedades.

Por su parte, las constelaciones familiares nos muestran cómo muchas de estas heridas no sólo son individuales, sino también heredadas del sistema familiar.

A través de esta herramienta, se puede ver, honrar y soltar lealtades invisibles que perpetúan el dolor.

El proceso de sanación comienza cuando dejamos de luchar contra el pasado y asentimos a lo que fue. Asentir no es resignarse, sino aceptar desde el alma.

Sólo así podemos integrar las experiencias y transformar el dolor en fuerza. El empoderamiento surge cuando reconocemos que no somos nuestras heridas, sino mucho más: somos seres con capacidad de elegir, de crear y de amar conscientemente. Sanar no significa olvidar, sino recordar desde un lugar diferente.

Es hacer las paces con nuestra historia, agradecer lo vivido por lo que nos permitió aprender y, desde allí, construir un presente más libre y auténtico.

Porque cuando el dolor se mira con amor, se convierte en medicina. Y cuando sanamos, no sólo lo hacemos por nosotros, sino también por quienes vendrán después.

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