En la polémica sobre la cuestión haitiana y en la lucha contra la corrupción se han estado utilizando discursos desagradables y ofensivos, cuando de lo que se trata es de concienciar a la población sobre estos temas, de manera tal que las ideas  correctas y justas sean las que prevalezcan, y que la justicia se imponga sobre la impunidad.

En el tema de la cuestión haitiana es donde se perciben las más variadas vulgaridades y difamaciones.  Cuando algún periodista o intelectual defiende el derecho de los dominicanos de padres haitianos, no se dejan esperar las acusaciones infundadas de que es “un traidor”, que “pertenece a una ONG”, o que es un auspiciador de la “fusión de la isla”, en adición a todo tipo de insultos, que no es necesario especificar.

Del mismo modo, con respecto al tema de la impunidad y la corrupción se utilizan calificativos como “ladronel”, el “gato Félix”, etc.  Esos términos recuerdan aquella campaña a principios de los años 60 del siglo pasado que pedía “unos  blúmer y un sostén para la niña Balaguer”, y sabemos lo que ocurrió en su gobierno de los “doce años”, que fue uno de los periodos más sanguinarios de la historia dominicana.

En relación a esto último no pretendemos establecer un paralelismo entre los dos momentos históricos o que pueda ocurrir algo semejante, si no, enfatizar sobre la necesidad de levantar la calidad del discurso, con razonamientos lógicos que contribuyan a elevar los niveles de conciencia sobre los temas en cuestión y que aporten elementos que puedan ser utilizados en las acusaciones contra los protagonistas de los actos de corrupción y de sus encubridores.