El discurso del Presidente
En una ocasión un banquero extranjero dijo a varios de sus colegas dominicanos que sería una buena inversión comprar a República Dominicana a cómo nos evaluamos internamente y venderlo a como nos miran desde el extranjero.
Sin proponerse un estudio histórico o sociológico del país, recogía con esa expresión el pesimismo imperante en una gran parte de los dominicanos, recogido por sociólogos dominicanos desde el siglo XIX y que ha sido una constante en la historia nacional.
República Dominicana en muchos aspectos es la admiración de la región.
Los niveles de seguridad superan a casi todos los países similares. Desde hace años tenemos un desempeño económico modélico en la región, y la lucha contra la corrupción, la estabilidad económica y social son un atractivo para la inversión extranjera. Incluso en grandes crisis mundiales hemos salido con notas sobresalientes, como por ejemplo el abordaje de la pandemia o la crisis inflacionaria que le siguió.
Los presidentes en sus discursos de rendición de cuenta dejan constancia de esas bondades, pero seguimos resistiéndonos a verlas.
Hemos pasado de ser un país pobre a uno de renta media, camino a ser de renta media alta. Así lo reconocen todos los organismos internacionales.
Hay, sin embargo, aspectos en los que seguimos teniendo notas deficientes, como son la calidad de la educación y el tránsito, dos problemas que van relacionados.
En su rendición de cuentas con motivo del Día de la Independencia ante las dos cámaras reunidas de manera conjunta, el presidente Luis Abinader abordó casi todos los temas trascendente y el balance fue positivo, aunque no concluyente porque el camino al bienestar se construye cada día y a medida que avanzamos se presentan nuevos retos.
El presentado por el presidente Abinader es un país real, sea que una parte de la sociedad lo quiera reconocer o no.
Pero no es para bajar los brazos o descuidarnos, sino para inspirarnos en seguir construyendo esa patria que Duarte, Sánchez y Mella soñaron.
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