El dinero y la degradación de la política

El dinero y la degradación de la política

El dinero y la degradación de la política

Rafael Chaljub Mejìa

La política, la ciencia más pura y la más digna de ocupar las inteligencias nobles, como dijo Duarte, está bajo amenaza de ser barrida por la fuerza del dinero.

El informe de gastos de los precandidatos presidenciales participantes en las primarias del domingo puso al desnudo nueva vez el peso decisivo del dinero en la actividad política en nuestro país. Más de quinientos millones de pesos puestos a correr. Y lo que se vio en las primarias del pasado domingo, terminó de poner las cosas claras.

Principios, propuestas programáticas, ideales y doctrinas no importan nada para los dirigentes ni para una parte cada vez más numerosa de los votantes, porque el dinero lo va degradando todo.

Cada vez más se convierte en dolorosa verdad aquella frase de que aquí nadie se mueve si no le dan lo suyo. La generalidad de los activistas de los partidos lo dice sin reparos, sino hay “logística” yo no me muevo y todo el que tuvo ojos para ver contempló los grupos repartiendo dinero entre votantes sobornables, sin que haya autoridad capaz de sancionar conforme con la ley el grave delito que esta práctica corruptora constituye. Así, la flamante y muy celebrada ley de partidos también murió al nacer.

Lo curioso es que los propiciadores de este derroche de dinero son los mismos que hablan de economía para tratar de justificar el retroceso que significaría volver a unificar las elecciones.

Y junto a las consecuencias morales, hay otros daños que es preciso denunciar. Aunque se habla de democracia y de derechos, en algunos partidos quien no tiene dinero no puede ejercerlos.

Además, si es el dinero el que abre las puertas al triunfo, cualquiera que lo posea, aunque carezca de condiciones éticas, sin importar de dónde proceda su fortuna, es el que está llamado a triunfar.

La dictadura del capital se impone y así se degrada aquella ciencia noble de la que habló Duarte y todo se contamina.

En otros tiempos, legiones de hombres y mujeres, contingentes de jóvenes, se alineaban bajo una bandera emblemática, unos ideales nobles y un líder ejemplar y hasta la vida la ofrendaban. Así se lograron las principales conquistas democráticas.

Entonces, con ese referente moral en la conciencia, empecemos por enfrentar esta degradación, con denuncia franca, porque la maldad no se cura sino con decirla, sentenció Martí.



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