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El día en que Rubby Pérez perdió una pierna y estuvo casi un año en el Darío Contreras

Fausto Polanco Por Fausto Polanco
El día en que Rubby Pérez perdió una pierna y estuvo casi un año en el Darío Contreras
📷 Rubby Pérez está interno en Nueva York

Santo Domingo.- Todo el esfuerzo que había hecho Rubby Pérez durante muchos años para convertirse en un pelotero de Grandes Ligas (igual que su hermano Neifi Pérez) fue en vano.  El 13 de junio de 1972 fue atropellado por una camioneta en la comunidad de Piedra Blanca, en Haina, fracturándose su pierna derecha.
Un sueño rodaba por el suelo. Tan sólo tenía 15 años de edad y se estaba convirtiendo en uno de los mejores jugadores de pelota de su comunidad.
 El recuerdo funesto de aquella desgracia lo lleva como su sombra, pegado a su conciencia. “Ese día yo venía con mi padre desde Baní y lamentablemente él me tuvo que dejar en un lugar para que me trasladara a mi pueblo y en ese trayecto ocurrió un accidente muy feo, en el que resulté con mi pierna derecha lesionada y desde ahí te aseguro que cambió toda mi vida”.
El accidente le costó dos largos años de terapias y casi un año de internamiento en el Hospital Dr. Darío Contreras de Santo Domingo. Era el paciente de la cama número trece.

Se la pasaba cantando en el hospital
Cuando tenía dos meses interno, con sus canciones y una guitarra en manos deleitaba a los enfermos y visitantes del lugar, pero como no conocían su nombre lo llamaban por el mote de “Cama trece”, pues ese era el número de su lecho.
Rubby no se imaginaba que un lamentable accidente sería el inicio de una carrera con la que nunca había soñado. Entonces, desde su lecho, empezó a hacerse popular, su voz en el centro hospitalario. El repertorio era muy reducido: interpretaba las canciones de Fausto Rey, que para la época estaban muy pegadas en el país, especialmente “Yolanda” y   todos los días tenía que cantar varias veces a petición de médicos, enfermeras y compañeros de pabellón.

La música,, el mejor remedio
La voz de Rubby ayudaba a espantar el tedio y la soledad. Una canción fortalecía más que tres días de inyecciones y pastillas.  “Cuando me ingresaron al Darío Contreras era un interno más, pero con el tiempo la gente me fue tomando cariño. Traigo conmigo gratos recuerdos. De ese tiempo recuerdo a una enfermera, llamada Mamá Carmita y no olvido a los ortopedas Martínez, Suero y Haché, así como los compañeros de cama… yo cantaba en los momentos de reposo y a todos les gustaba”.
Durante los próximos cinco años (1972-1977) estuvo fuera de las aulas. El coro de la iglesia parroquial sustituyó durante aquel periodo la escuela. Era un espacio de música celestial, pero de profunda meditación.

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