El Destino Manifiesto en la política exterior de Trump y la renovada militarización global

"No sé con qué armas se peleará la Tercera Guerra Mundial, pero la Cuarta será con palos y piedras", esta cita atribuida a Albert Einstein cobra renovada vigencia en un mundo cada vez más polarizado, militarizado e impredecible.
La administración de Donald Trump parece estar inspirada en una reinterpretación del viejo Destino Manifiesto, aquella creencia del siglo XIX, que concebía a los estadounidenses como un pueblo elegido por Dios, superior a los demás, destinado a expandirse por el continente americano y más allá.
En su discurso de investidura el 20 de enero, Trump reafirmó esa visión expansionista, disfrazada de patriotismo moderno: "Estados Unidos volverá a considerarse una nación en crecimiento, que aumenta nuestra riqueza, expande nuestro territorio, construye nuestras ciudades, eleva nuestras expectativas y lleva nuestra bandera hacia nuevos y hermosos horizontes". Estas palabras no solo apelan al orgullo nacional, sino que encierran una lógica de supremacía que justifica la imposición de su voluntad más allá de sus fronteras.
Según la BBC, Trump ha llevado a cabo una estrategia que los politólogos denominan la "teoría del loco", una táctica que consiste en convencer al adversario de que uno es capaz de hacer cualquier cosa, incluso lo irracional, para extraer concesiones. En sus propias palabras, “si creen que soy capaz de presionar el botón, me respetarán más”.
Esta narrativa le ha funcionado. Bajo su presión directa durante la cumbre de la OTAN en La Haya, los aliados europeos, excepto España, aceptaron elevar su gasto en defensa al 5 % del PIB para 2035, lo que representa el mayor rearme europeo desde la Guerra Fría. El gran ganador,el complejo militar-industrial estadounidense.
La militarización también se refleja en el ámbito económico. En julio, luego de negociaciones en Turnberry, Escocia, Trump y Ursula von der Leyen, anunciaron un arancel uniforme del 15 % sobre la mayoría de productos europeos, cediendo ante la amenaza inicial del 30 %. Este acuerdo fue considerado por muchos como una sumisión sin precedentes de la Unión Europea ante la presión comercial de Washington.
Pero quizás el escenario más alarmante se vive en Medio Oriente. La aparente disposición de Trump a retomar negociaciones con Irán, se desvaneció con un bombardeo sorpresa que reanudó la tensión. Este giro ilustra el patrón impredecible de su administración, lo único predecible de Trump es su imprevisibilidad.
Frente a este clima de desconfianza, Irán ha amenazado con abandonar el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Este hecho, de concretarse, representaría un punto de inflexión geopolítico.
Si Irán se retira del tratado y retoma abiertamente su programa nuclear, no solo aumentaría la inestabilidad en Oriente Medio, sino que abriría la puerta a una nueva carrera armamentista nuclear. Países como Arabia Saudita, Turquía o incluso Corea del Sur podrían considerar necesario dotarse de su propio arsenal atómico para garantizar su seguridad nacional, erosionando décadas de esfuerzos diplomáticos multilaterales.
Ofendido personalmente, Trump afirmó públicamente haber ordenado el acercamiento de dos submarinos nucleares a las costas rusas, como respuesta directa a los comentarios de Dmitri Medvédev, expresidente Ruso y Primer Vice de la Comisión Militar-Industrial. La decisión, lejos de obedecer a una evaluación estratégica del Pentágono, pareció guiada por el temperamento del presidente estadounidense, reforzando el temor de que su estilo de liderazgo se basa más en impulsos que en doctrina.
La respuesta de Moscú no se hizo esperar. El Ministerio de Defensa ruso emitió una advertencia formal, calificando la maniobra como una provocación extremadamente peligrosa, y aseguró que cualquier alteración del equilibrio nuclear sería considerada como una amenaza directa a la seguridad nacional rusa. Se ordenó la movilización de unidades estratégicas en el Ártico y el Mar Negro, elevando el nivel de alerta al máximo desde la crisis de Crimea.
En este clima de escalada la atención internacional se ha centrado en la inminente reunión entre Donald Trump y Vladimir Putin, programada para celebrarse en Alaska, anunció el mandatario estadounidense en su plataforma Truth Social . Las expectativas son tan elevadas como inciertas, si bien algunos esperan que ambos líderes puedan rebajar las tensiones y renovar compromisos como el tratado START, otros temen que el encuentro, lejos de aliviar la crisis, termine legitimando posturas cada vez más beligerantes de ambas potencias.