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El Cuey queda incomunicado a paso lento, pero irreversible, a pesar de su notable vitalidad

Si las autoridades locales se han dado cuenta del deterioro de la vía, alguien está siendo indolente. Insufrible. La comunidad pierde su brío tradicional.

El puente sobre el río Quisibaní todavía está en pie y su condición obliga a esperar si hay creciente o si alguien entró primero.
📷 El puente sobre el río Quisibaní todavía está en pie y su condición obliga a esperar si hay creciente o si alguien entró primero.

Sabana de el Cuey.-Un hombre a quien se le preguntó por la dirección de alguno de los miembros de la Junta de Vecinos en esta comunidad quiso saber antes si quienes preguntaban eran de Obras Públicas.
Lo mismo, junto al canutillo de hormigón que sirve de puente en el paso del río Quisibaní una señora bajó los cristales de la camioneta que conducía y preguntó: “¿Son de Obras Públicas”.

Estos dos casos tal vez ilustran el nivel de ansiedad de gente de El Cuey ante el estado de una carretera que es la única vía con la que cuentan para llevar o sacar reses, artículos de consumo, ocuparse de sus predios agrícolas o ganaderos, sacar las cosechas y volver a sus casas cuando por alguna necesidad, personal o de negocios, deben abandonarlas.

Algunos bienes muestran el abandono en El Cuey.

Baches de todos los tamaños, zanjas transversales o serpenteantes abiertas por el uso y las aguas pluviales se oponen al avance de todo tipo de vehículos de motor —incluidas motocicletas— a lo largo de unos once kilómetros desde el Alto de Jobo Dulce hasta un poco más allá del paso sobre el río Chavón.

Cuando se tiene sed sólo se quiere y se busca agua por los medios que sean necesarios. Los de El Cuey tienen la necesidad de una carretera mejorada y los esfuerzos por conseguirla han incluido desfiles de personas y vehículos desde estas comunidades hasta el municipio cabecera de la provincia, Santa Cruz de El Seibo, con el propósito de sensibilizar a sus autoridades.

Este bache desafía inclusive a quienes van a pie por la vía.

Sea posible o no, sean comecheques o gente laboriosa entregada a sus comunidades, en las provincias se cree que legisladores, gobernadores e inspectores de la Presidencia pueden ser de alguna utilidad cuando se presentan situaciones como las que confrontan aquí. Pero por lo visto no es así, porque estos no les sirven para nada a esta comunidad.

Una referencia personal
Cuando era un adolescente iba a Los Mameyes de El Cuey, entonces una comunidad remota y hoy ubicada al final de la carretera, a llevar recados de papá a uno de mis abuelos establecido junto a Pasogato, un cruce del río Chavón que entonces se hacía a caballo y a pie.

En mis recuerdos tenía algunos nombres de comunidades en el camino desde Santa Lucía a Los Mameyes plenas de vitalidad, lo mismo en las actividades sociales que en los afanes propios del campo camino de los mercados.

Al volver ahora, décadas después, mi primera reacción al trasponer el Alto de Jobo Dulce, en la bifurcación de la vía hacia La Meseta, ha sido de sorpresa: ¿cómo ha sido posible este grado de abandono?, ¿dónde han estado hasta ahora las autoridades y por qué las comunidades no han reclamado ante el deterioro de la vía de acceso?

Puede haber sido por la política, porque en El Seibo el acomadamiento con el que está arriba es un hábito viejo, y la gente del poder, no importa si es de un partido afín, no se ocupa si no es por interés o bajo presión.

Lo que vi de camino
La entrada a Los Magueyes, en el mismo Jobo Dulce; Cruce de Sesteadero, Quisibaní, Sabana del Cuey, cruce o entrada a Los Rodríguez, todas son comunidades productivas ahora castigadas con el abandono y obligadas a sacar con grandes dificultades el fruto de su trabajo en estas tierras feraces.

De trecho en trecho se nota un profundo deterioro, contrario a los años 70 y 80, cuando rebosaban de vitalidad.

Quien quiere visitar estas comunidades tiene su principal acceso en el Cruce del Siete, desde donde se pueden ver los efectos de unos trabajos de reconstrucción de la vía que se extienden cinco o seis kilómetros hasta el Alto de Jobo Dulce.

No es todavía una carretera asfaltada, pero permite desplazarse con bastante seguridad debido a un buen afirmado de rodamiento y canaletas para las aguas pluviales.
El ministro de Obras Públicas, Eduardo Estrella, ha dicho que no puede seguir el acondicionamiento de la vía sin una apropiación presupuestaria y una licitación, unos puntos que han movido a los de El Cuey a realizar algunas demostraciones de su descontento.

Según el medidor de distancia del vehículo en el que se hizo el recorrido, desde el río Chavón, en Los Mameyes, hasta el kilómetro siete de la carretera El Seibo—Cruce de Pavón, hay poco más de 16 kilómetros, de los cuales sólo seis han sido acondicionados.

Los otros 11 van camino de convertirse en trillos vecinales para ser transitados por caballos y mulos, como cuando uno de mis abuelos tenía un revolcadero de burros en los confines de El Cuey.

Nadie se ocupa

— Ni con un tractor
A pesar de los reclamos, los de El Cuey no han conseguido que por lo menos sean rellenados los baches y las zanjas que impiden el tránsito de vehículos de motor por su deteriorada carretera.

Abinader los visitó y pasó el río Quisibaní
En una orilla. Parados junto a la deteriorada carretera en el caserío antes de llegar al puente sobre el río Chavón, Iris y José dejan ver su cinismo, o tal vez la falta de fe en que un día le arreglarán la carretera a El Cuey.

Según la mujer, cuando pasó el huracán Fiona el presidente Luis Abinader estuvo en el lugar y les dio su palabra de que aquello sería puesto en orden de nuevo.

Afirmó que cuando se iba, al cruzar el puente sobre el río Quisibaní, el Presidente bromeaba sobre el riesgo personal de usar aquello para cruzar el río.

Algunos comunitarios han hablado de terminar de romperlo para precipitar una crisis, según Jesús, pero han sido contenidos.

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Miguel Febles

Periodista. Editor en jefe.

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