Las solas palabras cuatro por ciento nos llevan de inmediato a pensar en educación. Por otro lado, existe una especie de consenso nacional de que la primera prioridad en cualquier Estado moderno es, precisamente, la educación del pueblo, desde los elementales niveles del kindergarten hasta las maestrías, sin pasar por alto las indispensables enseñanzas de moral y cívica.
Pues bien, ya que todos estamos de acuerdo en eso, planteo a continuación unas ideas tontas (como hubiera dicho don Rafael Herrera) que permitirían, sin mayores dificultades, encontrar el famoso cuatro por ciento para la educación.
Ni siquiera voy a mencionar números, sino solo porcentajes, para que sea más fácil. Veamos: asumiendo que los ingresos del Estado conforman el ciento por ciento, lo primero que habría que hacer es apartar un cuatro por ciento de aquel total, y reservarlo para la educación.
El restante noventa y seis por ciento se distribuiría entonces entre los otros Ministerios y dependencias oficiales, a como les toque según su importancia y sus requerimientos. Y ya está.
Sencillo, ¿verdad? Cuando se quiere, se puede. A veces tenemos tan a manos la solución de los conflictos, que no nos damos cuenta. No vemos lo obvio que está en nuestras narices, porque nos parece demasiado simple para ser verdad. ¿Por qué no intentarlo?