Cuando se le ve en su comportamiento, apenas dos años después del encierro e incertidumbre que trajo consigo el encadenamiento de cuarentenas por la pandemia del covid, queda la impresión de que el pueblo dominicano ha dado la vuelta a la página y vive como si aquello no hubiera ocurrido.
En algunos casos por razones estéticas y en otros por motivos personales, nadie quiere llevar mascarilla, y a pesar de que la vacuna sigue siendo gratuita, tampoco van a los lugares en los que todavía Salud Pública mantiene puestos abiertos.
Todo esto en medio de un rebrote de casos que incluye a personas que se aplicaron la vacuna en su momento y que han tenido la enfermedad, lo que debe implicar una doble vía de inmunización.
Las altas temperaturas puede llegar a ser un argumento contra el uso de mascarillas, pero parece llegado el momento de volver a ellas como una manera de minimizar los riesgos de contagio, que pueden verse multiplicados con la creciente actividad política de estos días.
Desde luego, no estamos en 2020, cuando el instrumental para luchar contra la enfermedad era insignificante y la destreza del personal médico y de enfermería no existía.
Han mediado, esto sí, situaciones de angustia y de restricciones de libertades fundamentales por los que no debemos volver a transitar sin haber puesto de nuestra parte los aportes cívicos de lugar. No es sólo a las autoridades a las que corresponde hacerse cargo, también a la población.