El costo del arte público

El costo del arte público

El costo del arte público

Víctor Féliz Solano

La inversión en arte público, es decir, la asignación de recursos para la creación de obras artísticas en espacios abiertos y de fácil acceso para la comunidad, se encuentra en un lugar delicado dentro de las prioridades de la gestión urbana.

Esta categoría de arte, que incluye esculturas, murales, instalaciones y monumentos, busca embellecer y dotar de identidad a los entornos urbanos.

Sin embargo, en momentos en el que las ciudades enfrentan una gran cantidad de desafíos, como la falta de servicios básicos, el deterioro de infraestructuras y la necesidad de inversiones urgentes en salud, educación y vivienda, surgen preguntas legítimas sobre si este tipo de gasto es el más adecuado.

Uno de los principales argumentos en contra de la inversión en arte público se centra en la existencia de necesidades fundamentales que muchas veces no están cubiertas.

En áreas donde las comunidades aún carecen de servicios esenciales como agua potable, energía eléctrica estable, sistemas de transporte eficientes o infraestructura sanitaria, destinar fondos para proyectos de arte puede interpretarse como un lujo innecesario.

Los ciudadanos suelen percibir que los recursos públicos deben priorizarse hacia mejoras tangibles en su calidad de vida, especialmente en lo que respecta a infraestructura básica.

En este sentido, el arte público puede ser visto como una inversión que desvía recursos de las necesidades más urgentes de una población.

Otro punto que alimenta la crítica es la falta de transparencia en la planificación y ejecución de estos proyectos. Muchas veces, la ciudadanía no es informada con claridad sobre los beneficios que una pieza de arte público puede traer a la ciudad.

En ausencia de una comunicación efectiva y de datos que justifiquen el valor de la obra, los habitantes pueden considerar que se trata de un gasto superfluo o que responde a intereses específicos más que a un bien común.

Las críticas también aumentan cuando las obras de arte se concentran en áreas turísticas o sectores de la ciudad que ya cuentan con infraestructura en buen estado, mientras que las zonas marginadas siguen en el abandono.

Este fenómeno puede incrementar la percepción de que el arte público favorece a ciertos sectores y deja de lado a otros, alimentando la sensación de desigualdad social.

Por otro lado, el arte público requiere de mantenimiento a largo plazo. Las esculturas, murales e instalaciones al aire libre enfrentan el desgaste natural, los efectos del clima y, en algunos casos, actos de vandalismo.

Esto implica destinar recursos adicionales y constantes para su conservación, lo cual puede ser cuestionado cuando se trata de fondos públicos.

Si una ciudad no cuenta con un presupuesto para el mantenimiento de sus obras de arte, estas corren el riesgo de deteriorarse, afectando la percepción pública de su valor y utilidad. El arte público, al estar tan expuesto, debe mantenerse en condiciones óptimas, ya que, de lo contrario, puede convertirse en un símbolo de descuido y falta de gestión.

A pesar de estas críticas, existen sólidos argumentos a favor de la inversión en arte público. En términos económicos, el arte público tiene el potencial de ser una atracción turística, capaz de dinamizar la economía local y de generar ingresos. Ciudades como Bilbao, en España, han utilizado el arte y la cultura como motores de desarrollo, logrando revitalizar su economía.

De esta manera, las inversiones en arte público no sólo son un gasto, sino que pueden funcionar como catalizadores de ingresos para una ciudad.

Asimismo, el arte público tiene un valor cultural y social que no siempre puede medirse en términos financieros. Al estar expuesto en espacios de convivencia ciudadana, como plazas y parques, este tipo de arte fomenta la identidad cultural, ayudando a las personas a conectar con su entorno de manera emocional y simbólica.

Las obras de arte pueden convertirse en símbolos de orgullo para los habitantes, ya que representan la historia, valores y vivencias de la comunidad. Además, el arte público contribuye a mejorar la calidad de vida urbana, haciendo que los espacios sean más atractivos y propicios para la convivencia, el esparcimiento y la interacción social.

Algunas ciudades han encontrado un punto intermedio en este debate integrando el arte en proyectos de infraestructura que responden a necesidades sociales.

Por ejemplo, incorporar murales y esculturas en hospitales, estaciones de transporte público, y escuelas permite que el arte esté al servicio de la comunidad, sin desatender prioridades. Por tanto, el arte público se convierte en parte de los proyectos de desarrollo urbano, beneficiando a una audiencia más amplia.

*Por Víctor Féliz Solano



El Día

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