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El corazón artificial de la diáspora dominicana

Ricardo Vega-periodista
Ricardo Vega.

Aclarémoslo de inicio, Washington Hights, en el alto Manhattan de New York, no es el epicentro histórico de la comunidad dominicana residente en los Estados Unidos, condición adjudicada y enarbolada por la pasada Feria Internacional del Libro 2024.

Juan Espínola erige una poco refutable secuela histórica, que valida y justifica con esmerada vehemencia la anterior afirmación. Propone profundizar, a fin de arrojar luz sobre este entuerto, dada la dimensión adquirida en número, calidad y aportes, de la comunidad criolla en el exterior.

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La intención no es demeritar calidad en base a cantidad. Pero de los casi tres millones de dominicanos residentes en otras naciones, en su mayoría mujeres y hasta de cuarta generación, los de ese vecindario no llegan al cuarto de millón.

Más allá de los 10.6 mil millones en dólares y bienes materiales enviados en 2023, cifrados por el Banco Mundial, la vocación patriótica supera con creces dicha demarcación.

Si repasamos el devenir histórico y la dimensión de esta comunidad, como debe ser, la sola pernoctación de Juan Pablo Duarte, Gregorio Billini y Máximo Gómez, en los alrededores de la Canal y 20 Street, en pleno condado de Nueva York, a mediados del siglo XVIII y sede del Partido Revolucionario Cubano e imprenta de José Martí, ya les van sobrando méritos irrefutables.

Al cabo de los años, las restricciones y desgracias políticas de la Segunda República, la ocupación norteamericana de 1916 y la perpetuidad del régimen de Trujillo, lo que hicieron fue incentivar el éxodo y templar el fervor patriótico de los dominicanos en el exterior, principalmente en Estados Unidos.

En el bajo Manhattan, no el alto, eran frecuentes las protestas contra la dictadura trujillista. El Hotel Lucerna, entre la 79 y Amsterdam Street, acogía las actividades patrióticas y conmemorativas.

Centro de la convivencia dominicana de la época. Zona desde donde salió una significativa cantidad de los futuros expedicionarios de junio 1959, donde tuvieron presencia permanente Andrés Requena y Jesús de Galíndez, con el periódico “Patria”.

El paso del tiempo no registra ocasión alguna en que la bandera dominicana alcanzara a izarse en los rascacielos de Washington Hights mientras la patria era mancillada.

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