El Congreso Nacional encara de ahora en adelante y por los próximos diez años, la ciclópea tarea de ponerle freno y revertir la violencia homicida que tiene lugar en la familia dominicana, generando una dolorosa carga de muertes, daños sicológicos y siquiátricos, huérfanos y dolor.
La principal función que se le reconoce a los congresistas es la de legislar. Y ellos pueden, desde luego, impulsar reformas con las cuales sea posible encaminar políticas públicas, pero esto implica a una multiplicidad de actores que no siempre es posible comprometerlos.
Estamos, sin embargo, ante una iniciativa que merece el éxito que necesita la sociedad.
“Déjala Ir”, como ha sido bautizada, aspira a la reducción en un quinquenio de la violencia homicida en la familia, en las relaciones hombre mujer y hasta sobre los hijos cuando han sido generados en relaciones enfermas.
La eliminación total de este lastre social sería alcanzado en un segundo quinquenio.
Con estos tramos, cada uno de cinco años, estaríamos en diez años en condiciones de mirar hacia atrás y respirar aliviados.
Antes, empero, deben ser alcanzados compromisos fuera de las paredes del Congreso Nacional, donde ayer senadores y diputados mostraban su voluntad de impulsar una transformación para la que necesitarán acuerdos políticos también de largo plazo.
Un examen de una parte de lo dicho en el acto que tuvo lugar con la participación de los presidentes de ambas cámaras deja ver un impulso hasta ahora puramente legislativo.
Se habló de la tipificación de la violencia vicaria (ejercida por una de las partes sobre hijos como una forma de causar dolor en padre, madre u otro pariente cercano), de la humanización del sistema judicial, tribunales especializados y otras reformas.
Las leyes, desde luego, son importantes, pero sin el compromiso político pasan a ser parte de la montaña legal sobre la que vivimos, con apenas unas pocas en ejecución según las conveniencias.
Esta iniciativa merece un buen destino.
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