Viena.- Un concierto a medio aforo pero lleno de esperanza. El regreso del público al Concierto de Año Nuevo de Viena ha devuelto el calor y la alegría a un recital -dedicado al renacer tras la pandemia- que ha sido dirigido con sobriedad y sabiduría por un gran Daniel Barenboim.
El concierto de música clásica más seguido del planeta -se retransmite en directo en más de 90 países- supone un rito para millones de personas que inician el año al ritmo ligero y vitalista de los valses, polcas y marchas de la dinastía Strauss.
EL PÚBLICO, PROTAGONISTA
Pero en tiempo excepcionales son los menos habituales los que se llevan el protagonismo, que esta vez no fue ni para Barenboim ni para la Orquesta Filarmónica de Viena, sino para el público, que regresó a la Sala Dorada del Musikverein, aunque de forma limitada.
Las restricciones por la covid obligaron a reducir el aforo a la mitad- mil personas, todas en el patio de butacas. Los presentes debían tener al menos dos dosis y mostrar un test PCR de menos de 48 horas, además de llevar una mascarilla FFP2 durante todo el recital.
Así, el segundo Concierto de Año Nuevo marcado por la pandemia ha sido un reflejo de lo que fue el concluido 2021- mejor que 2020 pero lejos del regreso a la normalidad como se entendía en 2019.
La buena noticia es que los aplausos del público volvieron a resonar en la monumental Sala Dorada, engalanada con su habitual elegancia y que parecía casi llena gracias a la realización televisiva. Los asistentes también pudieron acompañar con palmas la legendaria propina final de la “Marcha Radetzky». Solo eso supuso una inmensa mejoría frente al desangelado recital de circunstancias del año pasado, con una sala vacía y aplausos procedentes de altavoces.
Al frente del concierto estuvo Barenboim por tercera vez después de 2009 y 2014. El legendario maestro de nacionalidad argentina, israelí, palestina y española, de 79 años, fue el primero en dirigir a la Filarmónica de Viena en su vuelta a las salas tras el primer confinamiento de 2020 en Austria.
EL RENACER
La primera parte del concierto tuvo guiños sobre el resurgir tras la pandemia, simbolizado en la figura mitológica del ave fénix que renace de sus cenizas -como las dos primeras piezas, la “Marcha Fénix” de Josef Strauss y el vals “Alas del Fénix” de Johann Strauss-.
En un programa elegido al detalle y en el que se debe leer entre líneas destacaron también, por inusuales, tres piezas dedicadas al periodismo, en un elogio a la libertad de prensa en un momento en el que aflora la desinformación y la propaganda.