Desde que fueron reportados los primeros casos del cólera en Haití, hace más de quince años, los rebrotes periódicos como el que ha tenido lugar en estos días, indican que la bacteria que produce esta afección no ha sido erradicada.
Es una enfermedad debilitante y hasta mortal.
La razón de estas dos características son las evacuaciones acuosas y abundantes del sistema intestinal que produce.
En realidad, para someterla, y hasta para erradicarla, hay que poner atención a las aguas. Pero a todas las aguas, empezando por las que ingresan a los hogares y al cuerpo humano.
Algunos alimentos, como embutidos, vegetales y peces crudos, son mencionados entre las vías por las que puede ser adquirido el cólera.
El conocimiento de la ruta de la Vibrio cholerae, la bacteria que produce la enfermedad, es clave
para evitarla, pero en este punto entra en juego la educación en todas sus formas y la capacidad
de las poblaciones para acceder a información calificada, ganar conciencia de los riesgos y seguir instrucciones.
Lamentablemente, Haití carece de un sistema de agua por cañería eficiente y donde la hay no se tienen garantías sobre la buena calidad del líquido.
Higiene en la comunidad, en los hogares y en lo personal son algunas de las recomendaciones
de entendidos para resguardar a las poblaciones y a los individuos de este flagelo, pero esto
tampoco está al alcance del haitiano común, que allá, como aquí, puede llegar a realizar deposiciones intestinales al aire libre.
La frontera entre los dos países es política, no es sanitaria, ni ambiental. Y como hemos visto que en este octubre, como ha ocurrido en otros desde 2010, cursa en Haití un brote importante del cólera, harían bien las autoridades sanitarias dominicanas en tomar las debidas previsiones para minimizar el impacto.
A finales de 2022 fue detectado el cólera en algunas comunidades del Gran Santo Domingo, posiblemente en conexión con el brote detectado en octubre de aquel año en Haití
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