Nueva Delhi.- La historia latinoamericana que esta semana llega a la India comienza con el casabe, una tradición culinaria ancestral que ha logrado lo que pocas veces consigue la política: unir a cinco países en una sola candidatura.
República Dominicana, Cuba, Haití, Honduras y Venezuela desembarcan en Nueva Delhi para presentar ante la Unesco este pan plano y crujiente, elaborado a base de yuca mediante técnicas precolombinas que aún persisten en las comunidades caribeñas.
El casabe, pilar de la dieta regional, se convierte así en uno de los símbolos más poderosos que América Latina lleva a la vigésima sesión del Comité de Patrimonio Inmaterial.
Pero no llega solo. El continente ha preparado un mosaico diverso que abarca gastronomía, música, rituales religiosos y saberes ancestrales.

Los gigantes de la cultura popular también hacen acto de presencia: Argentina busca elevar al reconocimiento mundial al cuarteto, la expresión musical cordobesa nacida del mestizaje entre la tarantela italiana y el pasodoble español.
En la misma línea de arraigo, Chile postula la tradición del circo familiar, un modo de vida itinerante que por generaciones ha tejido su identidad en el Cono Sur.
México, habitual protagonista en estas listas, presenta la multitudinaria representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en Iztapalapa, un ritual que cada Semana Santa transforma por completo las calles de este barrio capitalino en un enorme escenario sagrado capaz de movilizar a millones de participantes.
En el arco andino y centroamericano también hay propuestas profundas y vibrantes. Bolivia compite con la Festividad de la Virgen de Guadalupe en Sucre, donde la devoción y las danzas folclóricas inundan la ciudad. Perú defiende el Sarawja, danza y música del pueblo aymara que celebra, tras la Pascua, ritos de cortejo y fortalecimiento comunitario.
Panamá apuesta por la preservación de la construcción de la casa de quincha y la tradicional junta de embarre, una fiesta de trabajo colectivo en la que los vecinos levantan viviendas de barro y paja, reforzando los lazos comunitarios.
El Salvador debuta con la Hermandad de las Flores y las Palmas, un ritual religioso lleno de sincretismo y color.
No todas las candidaturas llegan en clave festiva: Paraguay encara la cita con urgencia al solicitar que el arte de la cerámica Ñai’upo, heredada de las mujeres guaraníes, sea inscrito en la Lista de Salvaguardia Urgente. La escasez de materiales y la falta de relevo generacional amenazan su continuidad.
Venezuela, además de su participación en la candidatura multinacional del casabe, presenta el joropo, expresión festiva de los llanos que une arpa, canto y baile como símbolo del mestizaje cultural del país.
A pesar del protagonismo latino, la competencia en Nueva Delhi es global: desde la cocina italiana hasta el Diwali la celebración hindú de las luces que juega de local.
En Medio Oriente, varios países se unen para destacar el kohl, maquillaje tradicional árabe, mientras que en Asia Central, Uzbekistán y sus vecinos buscan proteger los conocimientos para construir yurtas, las emblemáticas viviendas nómadas de la estepa.
El subdirector general de Cultura de la Unesco, Ernesto Ottone, subrayó la importancia de este encuentro, recordando que sin el respaldo del Comité “muchos elementos intangibles podrían desaparecer, junto con un valor compartido por toda la humanidad”.
Afirmó también que, a diferencia de los monumentos físicos, “el patrimonio intangible es la manera más directa en que las comunidades influyen en las políticas públicas” y destacó la necesidad de una financiación sostenida para su preservación.