Turkey's President Tayyip Erdogan (C, R) and Prime Minister Ahmet Davutoglu (C, L) attend the funeral of Fehmi Sahin and Ali Koc, two of the police officers killed in Tuesday's bombing in Igdir province, at Kocatepe Mosque in Ankara on September 9, 2015. Turkish forces crossed into Iraq on September 8 to pursue Kurdish militants after dozens were killed in the deadliest attacks for years, as protesters assailed offices of the main pro-Kurdish party in a night of nationalist-tinged violence. At least thirteen Turkish police were killed on September 8 in a new attack by Kurdistan Workers' Party (PKK) militants, as violence in the east threatened to spiral out of control. AFP PHOTO / ADEM ALTAN
Estambul, Turquía.- Incendios intencionados de las sedes del partido izquierdista HDP, agresiones a la prensa opositora y palizas a ciudadanos kurdos son la violenta respuesta del sector nacionalista turco a los sangrientos ataques de la guerrilla kurda del PKK.
Ante esta situación, ¿es espontánea esta reacción o se trata de un plan para devolver al AKP, el partido islamista que gobierna desde 2002, el poder que perdió en las elecciones de junio pasado?, se preguntan políticos opositores y analistas.
Aunque Recep Tayyip Erdogan, fundador del AKP, primer ministro hasta el verano de 2014 y presidente desde entonces, ya no es técnicamente miembro del partido ni tiene poder ejecutivo, la pasada campaña electoral se desarrollaba a la sombra de su figura.
Destacaba su reiterada petición de conseguir 400 diputados en los comicios de junio para el AKP, suficiente para reformar la Constitución y otorgarle legalmente el poder que ya se atribuía él por la vía de los hechos.
Pero las urnas le dieron apenas 258 escaños, por debajo de la mayoría absoluta, y las negociaciones para una coalición fracasaron, a todas luces por la negativa de los demás partidos a aceptar la influencia de Erdogan en el Ejecutivo.
La repetición de las elecciones, fijada para el 1 de noviembre, no cambiará nada según los sondeos, que incluso predicen una nueva subida del HDP, la formación prokurda que entró por primera vez en el Parlamento al superar el umbral del 10 % de los votos.
“Las cosas serían hoy muy distintas si se hubieran obtenido 400 diputados para reformar la Constitución”, dijo Erdogan el domingo al evaluar un grave atentado del PKK en el que murieron 16 soldados.
La oposición interpretó la frase como una confesión de que el AKP había provocado conscientemente la ruptura del alto el fuego con el Partido de Trabajadores de Kurdistán (PKK), tras dos años de calma, al no conseguir el respaldo kurdo para las aspiraciones de Erdogan.
Relanzar el conflicto parecía una manera de jugar la carta de presentarse como el único partido capaz de mantener el orden y atraer los votos nacionalistas, según han señalado analistas.
Pero aunque el PKK pareció entrar plenamente en el juego, para gran disgusto del HDP, el efecto electoral parece fallar y las hileras de ataúdes de soldados no paran de provocar críticas incluso de quienes se consideran firmes patriotas.
Ante esta situación, el primer ministro, Ahmet Davutoglu, y Erdogan han decidido “lanzar una guerra civil”, denunció hoy en una rueda de prensa el dirigente del HDP, Selahattin Demirtas.
Incluso (las autoridades) podrían tener intención de volver a postergar las elecciones del 1 de noviembre, insinuó, al preguntar cómo se podrían colocar las urnas en ciudades como Cizre, bajo toque de queda estricto desde hace seis días.
La policía denegó hoy al propio Demirtas, acompañado por varios diputados, la entrada en esa ciudad, en la que se suceden tiroteos y donde han muerto tres policías y, según el HDP, al menos seis civiles, número no confirmado oficialmente.
Los ataques sistemáticos contra sedes del HDP en todo el centro y oeste de Turquía, dos agresiones seguidas contra el diario “Hürriyet”, el mayor de la oposición, e intentos de linchar a ciudadanos kurdos en muchas ciudades han puesto una nota preocupante de tensión social al conflicto.
Demirtas denunció que los agresores incendiaron el archivo de la oficina central del HDP en Ankara, sin que la policía lo impidiera ni el gobernador de la ciudad enviase refuerzos, e insinuó que se trataba de una táctica gubernamental para dificultar la participación electoral del partido.
Un diputado del AKP, Abdürrahim Boynukalin, que en el pasado ha difundido mensajes en Twitter elogiando al Frente Al Nusra, la rama de Al Qaeda en Siria, encabezaba el ataque del domingo contra la redacción de “Hürriyet”, en la que los manifestantes rompieron a pedradas las ventanas del edificio.
El diputado prometía “convertir a Erdogan en presidente (con plenos poderes ejecutivos) pase lo que pase el 1 de noviembre”, informa el citado diario.
Aunque la violencia dirigida contra símbolos de la izquierda y el movimiento kurdo parece propia sobre todo de los simpatizantes del partido ultranacionalista MHP, un dirigente de esta formación en Çanakkale negó que sus seguidores estuvieran implicados en el ataque a la sede local del HDP, que achacó al ala juvenil del AKP. “El AKP es responsable si no hay seguridad para celebrar elecciones.
Tienen una mano en el ataúd (de los soldados caídos), la otra en el micrófono y los ojos puestos en los sondeos”, resumió el vicepresidente del partido socialdemócrata CHP, Özgür Özel, en declaraciones al diario “BirGün».
Si sus votos no se incrementan, temen algunos, pueden optar por llevar el país a un caos que impida celebrar elecciones y cuyas consecuencias son difíciles de prever.