*Por Julio César Disla
Hace apenas unas cuantas semanas, decenas de protestas populares se habían generalizado a escala planetaria; desde Hong Kong a Santiago de Chile, pasando por Teherán, Bagdad, Beirut, Argel, Paris, Barcelona y Bogotá. El nuevo Coronavirus las ha ido apagando una a una a medida que se extendía «rápido y furioso » por el mundo.
Estamos padeciendo en nuestras propias narices la existencia del famoso efecto de la mariposa: alguien, al otro lado del planeta, se come un extraño animal y tres meses después, casi la mitad de la humanidad se encuentra en cuarentena…. Prueba de que el mundo es un sistema en el que todo elemento que lo compone, por insignificante que parezca, interactúa con otros y acaba por influenciar el conjunto.
Es lo que la Ciencias Sociales califican de “hecho social”, en el sentido de que convulsiona el conjunto de las relaciones sociales y conmociona a la totalidad de los actores de las instituciones y de los valores.
La humanidad está viviendo con miedo, sufrimiento y perplejidades, una experiencia inigualable. Verificando concretamente que aquella teoría del fin de la historia de Fukuyama es una falacia. Descubriendo que la historia, en realidad, es impredecible. Y no existen señales que nos ayuden a orientarnos. Un mundo se derrumba. Cuando todo termine, la vida ya no será igual.
Se multa a la gente por salir de su casa a estirar las piernas o por pasear un perro. Aceptamos que nuestros celulares sean vigilados y nos denuncien a las autoridades, y se está proponiendo que quien salga sin su teléfono móvil sea multado y castigado con prisión.
Los gobiernos que ahorraron gastos en los últimos anos, recortando los presupuestos en los servicios de salud, ahora gastaron cuatro veces más por causa de la epidemia. Los gritos de agonía de los miles de enfermos muertos por no disponer de camas en las unidades de cuidados intensivos, condenan por siempre a los fanáticos de las privatizaciones y quienes promovían los recortes en el sistema sanitario.
La única lucecita de esperanza es que, con el planeta en modo de pausa, el medioambiente ha tenido un respiro. El aire es más transparente, la vegetación más expansiva, la vida animal más libre. Ha retrocedido la contaminación atmosférica que cada año mata a millones de personas. De pronto, lavada de la mugre de la polución, la naturaleza ha vuelto a lucir tan hermosa.
En la escena geopolítica, la espectacular irrupción de un actor desconocido, el nuevo coronavirus, ha desbaratado por completo el tablero de ajedrez del sistema mundo. En todos los frentes de guerra Libia, Siria, Yemen, Afganistán, etc., los combates se han suspendido. La peste ha impuesto de facto, con más autoridad que el propio Consejo de Seguridad, una efectiva Paz Coronavírica.
En política internacional, la pavorosa gestión de esta crisis por el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, asesta un golpe muy duro al liderazgo mundial de esta superpotencia, que no han sabido ayudarse ni ayudar a nadie. China, en cambio, después de un comienzo erróneo en el combate contra la plaga, ha conseguido recobrarse, enviar ayuda a un centenar de países y parece sobreponerse al mayor trauma sufrido por la humanidad desde hace siglos. El devenir del nuevo orden mundial podría estar jugándose en estos momentos.
*El autor es periodista dominicano radicado en Estados Unidos