Por: Abigail Peña
A muchos el cambio electoral que se registró en la República Dominicana, con las elecciones del 5 de julio del 2020, en la que la población votó contra el Partido de la Liberación Dominicana y por Luis Abinader, no le gustó.
Y eso, más que un imperativo de los tiempos, constituía una orden histórica. Ya no era viable y mucho menos posible continuar con algo que su propia gente rechazaba.
Con la pandemia del Covid-19, con crisis social y económica, estudiantes en casa y un gobierno nuevo, sin cuarto en caja y banco, pero con muchas deudas y necesidades por satisfacer, la gente está confiando en quien dirige el barco de la nación dominicana.
A veces hay quienes creen que todo va río abajo y que los problemas no tendrán solución, sin embargo, hay que dar la oportunidad a que el eje central del cambio, conduzca el país hacia un mejor destino.
Y creo, con firmeza y mucha claridad, que los que auspiciaron el cambio político, los que sacaron a quienes se embriagaron, sin saciarse del poder, no tolerarán que del 2020 al 2024, vuelva a repetirse la misma historia, sólo que antes fueron 16 años continuó y en esta etapa serían tan sólo 4 años.
Al cambio sin violencia, con un ministerio público del pasado y un poder judicial que anda a la par, hay que darle la oportunidad de corregir los desaciertos de quienes abusaron de la confianza y el honor de designarlos en posiciones de mando: Económico, Político y Social, y que ojalá los de ahora no cometan los mismos errores de los que sustituyeron.
De verdad que todo el sacrificio del jefe del Estado, del dominicano que hoy dirige la cosa pública, merece el respaldo de quienes no solo hicieron posible su victoria, con su apoyo en las urnas, sino de quienes, unos con méritos y currículo, y otros sin prendas para acompañarlo en su administración, y que disfrutan de un cargo político y que jamás quisiera que terminaran como aquella frase, “De Cazador, Cazado”.
República Dominicana tiene en sus alforjas a un ciudadano, un presidente, que no tengo dudas de que trabaja, labora, no como un obrero, sino como la suma de todos los ciudadanos y ciudadanas que quieren un país próspero, sin exclusión, con bienestar, con estándares viables de salud y educación, pero sobre todo con hombres y mujeres probos, honestos y en los que la transparencia sea su norte y su modo de vida. Ojo al cristo.