Al dominicano, por lo visto, hay que predicarle de una mejor manera el significado de la pujanza económica de su país y la mejor forma de abrirse camino en una sociedad competitiva y prometedora.
Esto a propósito de la información, incluida aparte en este edición, distribuida por la Guardia Costera de los Estados Unidos de América y que da cuenta de la intercepción de varias embarcaciones en las que decenas de dominicanos arriesgaban la vida en un esfuerzo por alcanzar tierra en Puerto Rico en menos de una semana.
La vida en República Dominicana puede parecerle complicada, o difícil, a una parte importante de la población, pero de allí a poner en juego la vida embarcándose en una yola para atravesar el Canal de la Mona, parece un exceso.
Un exceso de confianza en la Providencia, supuesta a franquear la ruta de manera que no los cojan los guardacostas.
Un exceso de confianza en la suerte, supuesta a mantenerlos a salvo de una mar picada, de los efectos de un meteoro o de otro percance por el estilo como muchos otros en los que se han originado tragedias de triste recordación.
Un exceso de fe en la experiencia o el honor del piloto de la embarcación, que no los dejará librados a su suerte en Desecheo, Mona o en la costa dominicana.
Con la información de las autoridades estadounidenses a la vista se puede pensar que al dominicano de hoy le está fallando la esperanza. ¿Es posible hacer algo para que vea las oportunidades en su país?
Los líderes de la política viven convencidos de que pueden hacer cambiar de opinión a la gente.
Sería bueno que lo intenten con tantos dominicanos dispuestos a coger la denominada “vuelta de México”, una vía arriesgada y cara por la que algunos han logrado ingresar a territorio estadounidense, pero en la que muchos otros han dejado la vida.
Tal vez pueden hacer algo para que la gente que quiere irse vea el bienestar entre nosotros.