El bien y el mal

El bien y el mal

El bien y el mal

Una sentencia recitada como mantra dialéctico entre derrotados, aquella según la cual no hay nada tan malo que no contenga algo bueno, cobra notoriedad en estos días a propósito de la pandemia, con la que todavía tiene que vérselas el mundo a pesar de que —días más, días menos— tiene ya dos años.

Muestra de lo que tiene de positivo el aserto tomista referido en el párrafo anterior lo es el renovado interés en la población por los asuntos medioambientales.

De acuerdo con el ministro de Medio Ambiente, Orlando Jorge Mera, las visitas a la Bahía de Samaná a observar las ballenas jorobadas han superado todos los registros estadísticos con los que se cuenta. Se puede argumentar que allí a donde se desplaza la gente va acompañada de elementos contaminantes y, como consecuencia, de la posibilidad de causar algún daño, pero esto también es una oportunidad.

Ante el interés en la población y el desplazamiento masivo de observadores de la naturaleza, las autoridades municipales, las de Medio Ambiente y conservacionistas harían bien en aprovechar para entregar material educativo y valerse de guías conscientes de lo que representan cuando acompañan a los visitantes en los catamaranes u otras embarcaciones a ver a las ballenas.

Los guías se las pasan hablando sobre las medidas de seguridad de las personas, y muy bien podrían ejercer de maestros para el beneficio de estos grandes cetáceos y de la necesidad de conservar en buen estado el ambiente en el que se detienen en su camino hacia el norte del Atlántico.

La pandemia ha venido acompañada de muchos elementos positivos. En este caso particular nos toca celebrar el interés por el entorno, que según el ministro Jorge Mera, va más allá de la observación de ballenas en Samaná.
¡Enhorabuena!



El Día

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