El béisbol ha sido un canal para enlazar a Japón y Estados Unidos por más de 100 años
La historia del béisbol es un fascinante viaje que une a Estados Unidos y Japón, un lazo que ha sido tejido a lo largo de más de 150 años. Desde la llegada del maestro Horace Wilson a Japón en 1872, quien introdujo el juego a sus entusiastas alumnos, el béisbol ha florecido en ambas naciones, creando un vínculo cultural y deportivo inquebrantable.
Hoy, en la antesala de una nueva temporada de la Major League Baseball, el icónico estadio Tokyo Dome, acogerá los campeones de la Serie Mundial, los Dodgers de Los Ángeles, liderados por el extraordinario Shohei Ohtani, junto a los talentosos lanzadores Roki Sasaki y Yoshinobu Yamamoto. Por otro lado, los Cachorros de Chicago cuentan con la estrella Seiya Suzuki, un destacado jugador que ha sido llamado al Juego de Estrellas de la NPB en cinco ocasiones, y el carismático lanzador Shota Imanaga, quien acaba de hacer su debut en el Juego de Estrellas de la MLB.
Aunque ya se han celebrado partidos de Grandes Ligas en Japón, nunca antes se había visto una reunión tan impresionante de estrellas japonesas en un solo encuentro. La presencia de jugadores japoneses en las MLB y estadounidenses en la NPB se ha convertido en una norma, reflejando cómo el béisbol ha evolucionado en un verdadero fenómeno global.
La historia del béisbol entre Japón y Estados Unidos no comenzó con este partido, sino que se remonta a más de un siglo atrás. En 1905, el equipo de béisbol de la Universidad de Waseda viajó a la Universidad de Stanford para aprender sobre el estilo de juego estadounidense. Durante su gira, los jugadores adoptaron nuevas técnicas y estrategias que enriquecieron el béisbol japonés, como el famoso windup y las jugadas de squeeze play.
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El intercambio cultural continuó cuando, en 1907, un equipo de exalumnos de una universidad de St. Louis visitó Japón, dando inicio a una serie de encuentros conocidos como “Nichibei Yakyu”, que significa “Japón y EE.UU.”. Estos encuentros unieron a ambas naciones a través de su amor compartido por el béisbol, alcanzando su punto culminante cuando Babe Ruth llevó a un equipo de leyendas a Japón en 1934, cautivando a multitudes con su carisma y poder al bate.
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El legado de Ruth perdura hasta hoy, con una estatua erigida en Sendai en el lugar donde conectó su primer jonrón en Japón. Casi tres décadas después, Masanori Murakami se convirtió en el primer jugador japonés en llegar a las Grandes Ligas, marcando un hito en la historia del béisbol.
Desde entonces, el intercambio ha continuado, con equipos de MLB regresando a Japón y figuras como Hideki Matsui brillando en el escenario internacional. Hoy, jugadores como Hideo Nomo, Ichiro Suzuki y Shohei Ohtani han dejado una huella imborrable en la MLB, mientras que las estrellas estadounidenses también han buscado aprender y crecer en la NPB.
El béisbol es más que un deporte; es un puente que conecta culturas y corazones. Con cada temporada, millones de aficionados en Japón, Estados Unidos y más allá celebran la magia del béisbol, disfrutando de la emoción de cada juego y la camaradería que este deporte fomenta. La pasión compartida por el béisbol entre Japón y Estados Unidos sigue haciendo que este deporte sea más brillante y emocionante que nunca.
SHOHEI OHTANI HOMERS AT THE TOKYO DOME! #TOKYOSERIES pic.twitter.com/04dK1gKnt5
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Estos viajes, que unían a ambas naciones a través de su amor compartido por el béisbol, quizás alcanzaron su punto culminante cuando Babe Ruth llevó un equipo de “All-Americans” a Japón. No se trataba de cualquier equipo de Grandes Ligas, sino de verdaderas leyendas: nombres como Lou Gehrig, Jimmie Foxx, Lefty Gomez y Charlie Gehringer, todos alineados en un equipo dirigido por el legendario Connie Mack.
Figura mítica en todos los sentidos, la personalidad arrolladora de Ruth atrajo multitudes de fanáticos en cada uno de los 19 juegos que el equipo disputó en el país, con miles vitoreando cada vez que Ruth enviaba un vuelacercas a las gradas.

Ese legado sigue vivo hoy: en 2002, se erigió una estatua de Babe Ruth en el Parque Zoológico de Yagiyama en Sendai, exactamente en el lugar donde conectó su primer jonrón en la gira.
Casi 30 años después de la llegada de Ruth, Masanori Murakami se convirtió en el primer jugador japonés en alcanzar las Grandes Ligas. La intención original era que él y dos compañeros asistieran a los entrenamientos primaverales de los Gigantes para aprender aspectos del entrenamiento de MLB, pero Murakami sorprendió a todos: brilló en el montículo con Fresno, California, fue homenajeado con un “Día del Japonés-Americano” en el estadio de Ligas Menores y, en el otoño, recibió el llamado a las Grandes Ligas.
“Nuestro sueño se ha hecho realidad después de 30 años de esfuerzo desde la fundación del béisbol profesional [japonés]”, escribió un reportero en la revista “Shukan Baseball”.
Al igual que la gira de Ruth medio siglo antes, equipos de estrellas de MLB regresaron a Japón en 1979, con figuras y futuros miembros del Salón de la Fama como Rod Carew, Lou Brock, Ozzie Smith, Ted Simmons, Paul Molitor y Phil Niekro. Se enfrentaron a ocho jugadores que más tarde serían exaltados al Salón de la Fama del Béisbol Japonés, incluyendo a Sadaharu Oh, Yutaka Fukumoto, Koji Yamamoto y Tsutomu Wakamatsu, así como los lanzadores Choji Murata, Keishi Suzuki, Hisashi Yamada y Manabu Kitabeppu.
Incluso los dos más grandes jonroneros del juego, Hank Aaron, con sus 755 cuadrangulares en MLB, y Oh, con 858 bambinazos en Japón, se unieron en un mismo propósito, viéndose a sí mismos como embajadores del deporte en lugar de rivales por la corona de jonrones. Juntos fundaron la Feria Mundial de Béisbol Infantil en 1990, con la misión de “fomentar la amistad entre niños y ayudar a crear un mundo sin fronteras”.
Esa feria aún se celebra hoy, y su mayor legado es el número de niños que cada verano experimentan el béisbol y lo juegan con personas de todo el mundo.

En 2000, MLB inauguró la temporada en Tokio por primera vez, con los Mets y los Cachorros jugando ante un estadio repleto y vibrante.
Cuatro años después, MLB volvió y la leyenda japonesa Hideki Matsui conectó el primer hit del año con un doble. Luego, en ese mismo partido, disparó un jonrón a las gradas llenas del outfield.
Hoy en día, las estrellas japonesas llegan a Grandes Ligas y brillan con luz propia: Hideo Nomo deslumbró con su inconfundible windup y desató la “Nomomanía”, Ichiro estableció el récord de hits en una temporada y Ohtani destrozó 50 cuadrangulares y robó 50 bases en una misma campaña, una hazaña antes impensable.
Los jugadores de MLB han viajado a Japón en busca de ampliar sus horizontes y adoptar nuevos estilos de juego. Algunos incluso han establecido récords en la NPB. Matt Murton tuvo brevemente la marca de más hits en una temporada, y Wladimir Balentien disparó 60 jonrones.
Es un momento mágico para ser aficionado al béisbol, ya sea en Japón, Estados Unidos o cualquier otra parte del mundo. Existen cuentas en inglés dedicadas al béisbol japonés y cuentas en japonés centradas en las Grandes Ligas. Los jugadores de MLB siguen aprendiendo nuevas técnicas de sus compañeros japoneses, e incluso algunos han revivido sus carreras jugando en el extranjero antes de regresar, como hizo el lanzador de los Rangers, Tony Barnette, hace casi una década.
Decenas de millones de fanáticos han visto con asombro y emoción cómo Japón ha conquistado tres Clásicos Mundiales de Béisbol, el último de ellos con un dramático ponche en cuenta de 3-2 de Ohtani a su entonces compañero Mike Trout.
Ochenta y un peloteros nacidos en Japón han jugado en campos de Grandes Ligas, y ese número seguramente seguirá creciendo, mientras más países y fanáticos se inspiran con las grandes figuras que verán en el terreno este martes.
Desde Horace Wilson hasta la Nomomanía; desde Ichiro Suzuki estableciendo el récord de hits en una temporada hasta los majestuosos batazos de Tuffy Rhodes en la NPB; desde Ohtani ponchando a Trout hasta, bueno, Ohtani logrando una temporada de 50/50, la pasión compartida por el béisbol entre Japón y Estados Unidos sigue haciendo que este deporte sea mejor, más brillante y más emocionante que nunca.
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