Para evaluar el desempeño de la economía en su conjunto de una manera objetiva es exigente, durante un periodo determinado, que se entienda la actividad económica como el total de actividades destinadas a convertir los bienes de la naturaleza en objetos útiles para el ser humano y su transformación en riqueza colectiva. Así lo ha establecido la literatura económica cuando especifica que se trata de un proceso en el que se genera o distribuye un producto o un servicio, en el entendido de que la creación de valor lleva a la obtención de una renta, y es ahí donde reside la relevancia fiscal de la actividad económica.
También la teoría económica enseña que su principal objetivo es explicar cómo funcionan las economías y cómo interactúan los agentes económicos y que el análisis económico tiene como ámbito de aplicación a toda la sociedad, en los negocios, las finanzas, el gobierno, los flagelos sociales, educación, la familia, la salud, las instituciones sociales y la ciencia en sentido general. Para que estos fenómenos se entiendan mejor, se requiere situarse en los tres objetivos de la política macroeconómica como son lograr un elevado nivel de crecimiento del PIB, una mayor expansión en el nivel de empleo y mantener estable el nivel general de precios.
Bajo el enfoque planteado, si se fija la mirada en la actividad económica en el marco de la crisis sanitaria lo que se observa es una hecatombe en la economía dominicana durante el periodo Marzo- noviembre del presente 2020. En efecto, fruto del impacto del Covid19, el crecimiento del PIB registra una situación sin precedentes en los últimos 15 años, en el que la caída más estremecedora se localiza en el mes de abril al producirse una contracción de -29,8%, superior al -13,6% de mayo, el -9,4% de marzo y el -8,8% del julio, siendo estos los momentos más críticos y una ralentización prolongada por la que transita la economía dominicana.
Según las cifras del indicador mensual de la actividad económica (IMAE), que elabora el Banco Central, durante el periodo Marzo-septiembre la economía dominicana registró una contracción promedio por el orden de -8,1%, a lo que se agregan los meses de octubre, noviembre y diciembre que arrojan cifras en rojo. Es en base a ese patrón tendencial, derivado de la crisis sanitaria, que los organismos internacionales calculan que el año 2020 cierra con una encogimiento economico que oscilará entre un 5,5% y 6,2%, es decir, cifras decepcionantes.
El impacto del Covid19 en la economía dominicana ha sido demoledor desde su declaración hasta la actualidad, provocando que el distanciamiento social haya incidido en una parálisis en todas las actividades formales e informales y en aquellas generadoras de divisas afectadas básicamente por el cierre de las fronteras del país por aire, mar y tierra, toque de queda y limitaciones en el transporte de pasajeros. Obviamente, la variable empleo se estremece con un efecto multiplicador preocupante si se parte del hecho de que la pérdida de empleo ya supera el 12%, en tanto que la capacidad de incorporación a la actividad laboral se ha rezagado y desde las entidades públicas se impulsan despidos masivos e injustificables.
Al fracaso en dos ejes macroeconómicos fundamentales se agrega la expansión del endeudamiento público a través de la emisión de deuda soberana, la cual se convirtió en un festival incontrolable en los últimos tres años. En efecto, en enero el año inició con una colocación de US$2,500 millones de bonos soberanos en los mercados financieros internacionales y en el mes de septiembre se produce otra emisión de bonos por el US$3, 800 millones, ambas partidas se han traducido en una profundización del endeudamiento público que la CEPAL calcula que supera lo alcanzado en los últimos 50 años.
La presencia del covid19 ha sido una estocada mortal para la economía dominicana dado que ha interrumpido su ritmo de crecimiento, desarticula la actividad económica formal e informal, al tiempo que neutraliza la capacidad de generar divisas, situación que obliga a endurecer el combate a la crisis sanitaria. En la economía dominicana solo las intervenciones del banco central en el mercado de divisas y las remesas familiares son las únicas fuentes que alimentan la oferta de moneda fuerte, siendo esta última solo afectada en su dinamismo en el mes de abril.
Es irrefutable que la conmoción que ha generado el COVID-19 encarna la peor destrucción de la economía dominicana en las últimas cuatro décadas, cuyos efectos arrojan cifras macroeconómicas perturbadoras para lograr la recuperación y crecimiento en el corto plazo. Al examinar las cifras en rojos por la que se transita, es inevitable una expansión de los niveles de pobreza y de la indigencia, por lo que mitigar un mayor deterioro en el tipo de cambio será la gran batalla de las autoridades, reactivar el turismo, las exportaciones y la inversión extranjera será un desafíos propio de gladiadores, en tanto que el déficit presupuestario será la asignatura pendiente y frágil.