Hemos vivido tanto tiempo agarrados de milagros, que cuesta bastante abandonar una práctica que se justificaba en el pasado por la falta de previsiones que hoy son posibles con información abundante y disponible, estadísticas y recursos informáticos.
Tal vez por esta razón, la de ser un pueblo necesitado de milagros y confiado en ellos, las advocaciones de la Virgen María como virgen de las Mercedes y de Altagracia han estado ligadas a grandes sucesos de la vida nacional.
Ahora se nos dice que el arroz nuestro, el bueno, el que preferimos por sobre todo otro y ante cualquier cereal, está en riesgo de ser lamentablemente perjudicado por el acuerdo firmado hace nada menos que 19 años, el cual contempla la liberación de barreras arancelarias, un hecho que obligará a los productores nacionales a competir de igual a igual en el mercado con productores de los Estados Unidos de América, donde producir un quintal de arroz resulta mucho más barato que en el país.
El examen de las vías para evadir este compromiso y evitar, como consecuencia, la ruina del productor dominicano, parece que pende de un milagro, como cuando la Virgen de las Mercedes y la Virgen de la Altagracia hacían más por el pueblo dominicano que los escasos políticos bien intencionados que hemos tenido.
De todos modos, el desafío ha sido advertido y es probable que el Gobierno tenga que comprometer el subsidio desde el Estado para evitar el encontronazo.