Bruselas.- Cuando el mundo empezaba a adaptarse a la normalidad pandémica, mientras los confinamientos cedían y llegaban las vacunas, la ansiada recuperación económica se ha visto amenazada por una histórica crisis de precios de la energía y cuellos de botella en múltiples sectores que amaga con trasladarse al 2022.
La energía mueve el mundo y cuando la economía empezó a despertar del letargo del coronavirus, la alta demanda, especialmente en Asia, empezó a disparar los precios del gas y la electricidad, pero también del petróleo y el carbón.
Sumado a un mal año meteorológico para la generación renovable, a las tensiones geopolíticas con Rusia como protagonista, a la caída de las inversiones en el sector energético durante la parálisis vírica y al alza del precio por tonelada de CO2 emitida en la Unión Europea, el mundo, y la UE en particular, asiste a una crisis energética que no se conocía desde los años setenta.
“Estos dos asuntos son extremadamente importantes porque ambos están creando presión inflacionista”, explica a EFE el analista del centro de pensamiento Bruegel Simone Tagliapietra.
Ese desajuste se ha trasladado a los precios, incrementando el coste de la vida en la UE a cerca del 5 % interanual al cierre de 2021, un máximo desde que existen registros.
El director de la Agencia europea de Cooperación de los Reguladores de la Energía (ACER), Christian Zinglersen, trasladó en diciembre a los ministros de Energía de los países de la UE que no espera que los precios energéticos bajen significativamente al menos hasta el mes de abril.
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Tagliapietra augura que, a corto plazo, los gobiernos tendrán que destinar más recursos a “blindar a los consumidores vulnerables”, lo que pesará en la fiscalidad mientras que a largo plazo la solución pasa por desplegar “más renovables para estar más protegidos” de estas y futuras oscilaciones. Pero pese a la carestía energética, que previsiblemente se agravaría con un invierno frío, la Comisión Europea augura que el PIB de la UE avanzará un 5 % en 2021, para seguir creciendo con fuerza en 2022 (4,3 %) y algo menos en 2023 (2,5 %). “Sin embargo, este buen ritmo de crecimiento afronta nuevas dificultades.
Los cuellos de botella y las perturbaciones en la oferta mundial lastran la actividad en la UE, sobre todo en el sumamente integrado sector manufacturero”, avisaba la Comisión en sus previsiones económicas de otoño, publicadas el pasado noviembre.
Cuellos de botella
Los atascos en las cadenas de suministros se prolongarán entrado 2022 y amenazan con convertirse en un lastre para la recuperación económica, según anticipan los analistas. El Banco de España, por ejemplo, cree que puede restarle entre 0,5 y 0,9 puntos al crecimiento del PIB español.
La rápida recuperación de la demanda mundial tras la primera ola de coronavirus, la mala meteorología en Taiwán o Texas que afectó a la producción de chips y el bloqueo del Canal de Suez al encallar el buque EverGrande están en el origen de la escasez.
La explosión de los pedidos disparó el precio de los contenedores para el transporte marítimo y, unida a la falta de personal, encareció y dificultó el transporte del que depende el 80 % del comercio mundial.
La que algunos expertos han bautizado como “tormenta perfecta» hizo que muchas industrias europeas agotaran sus reservas de madera, plástico, metales, medicinas u otras materias primas, obligando a ralentizar o paralizar la actividad en ciertos sectores como el automovilístico.
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“Si el virus muta sólo empeorará nuestros problemas en la cadena de suministros”, advierte Tagliapietra.
Semiconductores
El principal problema para Europa es la escasez de semiconductores, esenciales para fabricar los chips de los que depende todo dispositivo electrónico, desde los teléfonos móviles, hasta los sistemas de navegación de los coches, pasando por las videoconsolas o la maquinaria industrial.
La situación ha sido una llamada de atención para una Unión Europea que tiene la digitalización como objetivo primordial, pero representa solo un 9 % del mercado mundial de chips y depende de Asia para su fabricación. Como en otras regiones del mundo, la estrategia europea para revertir la situación pasa por atraer la producción a su territorio y diversificar los suministros.
La Comisión Europea apuesta por construir una megafábrica de chips en la UE y facilitará a los Gobiernos subsidiar una tarea con la que espera duplicar su producción de chips para que en 2030 dos de cada diez en el mundo sean “made in Europe».