Santo Domingo.-“Cuando tú tienes amor por tus hijos y es un amor desmedido tú eres capaz de cruzar el Niágara en bicicleta”.
A esta conclusión ha llegado la fotógrafa Odile Villavizar tras cumplirse 17 años de cuando su hijo mayor fue diagnosticado con autismo.
Para ese entonces “Diego”, como se llama el joven, apenas empezaba a conocer este mundo ya que tenía tres añitos.
Y aunque literalmente no hiciera la hazaña que supone cruzar el Niágara, Villavizar ha hecho algo similar al poder sacar a su pequeño adelante sin importar las barreras.
Lo inesperado
Como toda madre ilusionada con su primogénito, la profesional del lente tenía prácticamente ideada lo que sería la vida del pequeño, pero desde que cumplió un año y seis meses empezó a notar conductas fuera de lugar.
“Yo lo vi que él lloraba mucho, no hablaba, todo era señalando, se golpeaba él mismo, caminaba de puntilla y no dormía”, recuerda Villavizar. Estas situaciones comenzaron a preocuparla y luego de varios meses buscando respuesta al por qué, médicos le diagnosticaron el estado de su vástago.
En ese momento poco se sabía en el país sobre el autismo y muy escasos centros ofrecían servicios adecuados.
“Esos momentos fueron como estar nadando en medio de una tormenta sin encontrar ningún salvavidas y hubo muchos momentos en los que yo sentí que me iba ahogar”, reconoce al trasladarse al pasado.
Al principio de este siglo, por cuestiones laborales de quien en ese entonces era su esposo, se trasladó a Panamá, donde encontró ayuda médica especializada para el infante.
Desde ese momento las cosas empezaron a mejorar, ya que se dio cuenta que no era la única con un hijo especial. Sin embargo, lo inesperado ocurrió: su segundo hijo “Damián”, que hoy tiene 14 años también fue diagnosticado con autismo en un estado más severo.
“Fue un proceso muy difícil y de ahí yo empecé como quien dice desde cero con el segundo. Yo tenía que llevar a uno a terapia y me quedaba con el otro afuera o dando vueltas de dónde estaban”, explicó Villavizar.
El deber cumplido
Sin importar lo que representa tener dos niños con esta condición, Villavizar hoy resalta que luchar por sus hijos, aceptarlos y amarlos como son es una gran satisfacción para su vida.
“Para mí han sido un gran regalo. No puedo negar que también ha habido algunas situaciones de dolor, no por ellos, sino por el sistema, pero ellos me enseñaron a dar más de lo que yo tengo, a estirarme y buscar lo que está más allá”, afirma.
“Ellos también me mostraron cómo es el amor sincero.
A veces uno quiere ser superficial, pero cuando mis hijos te dan un abrazo es porque ellos lo sienten, no son hipócritas y yo me he puesto así mismo, si yo no siento algo yo no lo hago, porque eso no es sinceridad”, manifestó.
Tras casi dos décadas de batalla, al día de hoy “Diego” y “Damián” con sus dificultades han recibido educación y el trato preferencial que se merecen.
Mientras el primero se encuentra en segundo de bachillerato, el segundo está en la primaria desarrollando las potencialidades que como seres especiales poseen.
Uno es amante de la tecnología y aparatos electrónicos y el otro apasionado por la música y el arte en general. Villavizar afirma que se encuentra preparando a sus hijos a ser independientes, para cuando ella no pueda estar no sean vistos como una carga para la sociedad.