Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Este es el primero y grande mandamiento.
Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Mateo 22: 37-4.
Después de hablar del amor de Dios, el mandamiento más grande es el amor al prójimo.
El amor al prójimo se deriva necesariamente del amor de Dios, y no puede haber verdadero amor de Dios sin el prójimo, a la hora de la verdad la religión se convierte en realidad cuando uno dice que ama a Dios y ama a su prójimo.
Si alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios ,a quien no ha visto. Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.
(I Juan 2: 9-11, 4: 20-21). ¿Quién es tu prójimo?, es todo aquel que está alrededor de ti. No importa su condición social, si es pobre o rico, siempre hay una persona que necesita ser amado.
El amor al prójimo no es amar al que siempre está en la buena contigo, es también amar a los enemigos, sí, a esa persona que tú no le hablas o que siempre discute contigo debes de amarla.
El verdadero amor está dispuesto a odiar lo que es malo y ama lo que es bueno para manifestación de la verdadera justicia.
El amor genuino al prójimo se expresa en los hechos, y no sólo con palabras. Se expresa a través de lo que uno realmente hace en la vida.
Se manifiesta en la preocupación por los demás a través del habla con amabilidad y demostrar generosidad con las posesiones materiales dadas por Dios.
Debemos mostrar el amor a al prójimo para que la violencia no merme nuestra sana manera de vivir. El amor al prójimo nos hará verdaderos seres espirituales que desea Dios.