Con la firma del un acuerdo de paz, Colombia ha iniciado el fin de la guerrilla más antigua del mundo, la que desde la década de los cincuenta inició la denominada Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
La paz la lograron colombianos, al estilo colombiano y a partir de la realidad de Colombia.
Ahora falta la validación de un pueblo que deberá votar en un plebiscito si favorece los términos acordados por las autoridades con el grupo insurgente que ya ha depuesto las armas.
Una parte de los colombianos tiene abiertas muchas heridas provocadas por esa conflagración y se entiende que recelen que los miembros de la guerrilla se reincorporen a la sociedad sin que medien procesos judiciales, pero la reconciliación de toda una sociedad requiere algunos sacrificios en procura de un bien mayor como es la paz.
Esas heridas no justifican mantener un estado de guerra en una nación como Colombia, inmensamente rica en recursos naturales y con una población que en sentido general es afable, pacífica y con elevados niveles de educación.
Celebramos la paz en esa hermana nación y congratulamos a todos los que han depuesto actitudes para facilitarla.
El mundo tiene una guerra menos, como dijo el presidente colombiano Juan Manuel Santos en la Asamblea General de la ONU.
Esperamos que en el referéndum se imponga la sensatez y se selle para siempre este proceso para poner fin definitivo a más de medio siglo de guerra.
