Se dice que las imitaciones son malas, pero yo sostengo que si lo que imitamos es bueno, vale la pena imitar.
Miremos por ejemplo la lección de Francia, que acaba de pasar por unas elecciones presidenciales muy reñidas entre Nicolás Sarkozy, quien buscaba la reelección, y Francoise Hollande, de la oposición. Como todo el mundo sabe, ganó Hollande.
A pesar del estrecho margen que le dio la victoria a este último, Sarkozy no necesitó más de veinte minutos desde que se anunciarion los resultados, para admitir su derrota, felicitar al ganador y llamar al pueblo francés para que apoye al nuevo mandatario en sus esfuerzos por resolver los problemas nacionales.
Pero no sólo eso. Apenas 24 horas después del veredicto, los dos hombres que hasta el dia anterior luchaban encarnizadamente por el poder asistieron juntos a una ceremonia conmemorativa del fin de la Segunda Guerra Mundial y estrecharon sus manos en señal de que los rencores quedaron atrás y los insultos de campaña fueron olvidados.
¡Cuánta madurez, cuánta nobleza, cuánta civilización! ¿Se imaginan ustedes un comportamiento así en la República Dominicana?
Estamos a tan sólo diez días de nuestras elecciones presidenciales y, gane quien gane, ¡qué bueno sería ver que el perdedor reconozca prontamente su derrota, felicite al ganador y le ofrezca su apoyo para resolver nuestros problemas!
Es un ejemplo, el de Francia, digno de ser seguido.
No hacerlo sería admitir que somos mezquinos, insignificantes y cobardes. Hacerlo nos engrandecería a todos, ganadores y perdedores, y sobre todo al país.