La forma de hablar de los habitantes de la región Cibao es un elemento fonéticamente peculiar y muy distintivo. Aunque a veces la ignorancia, en su mal sano atrevimiento, lo considere un aspecto rural despectivo.
Al igual que el español y el francés en su trayectoria histórica, el portugués forma parte de las lenguas derivadas del latín y originarias de la península ibérica. Y como ocurre con la mayoría de estas, por situaciones históricas y sociolingüísticas. se complementan, motivando teorías.
En algún momento pudo haber contacto entre portugueses y moradores del norte de la República Dominicana (siglo XVII). Esta interacción circunstancial se plantea como la fuente donde se impregnaron los hablantes del Cibao de la costumbre de sustituir la «l» y la «r» por la «i». Numerosas similitudes de vocablos entre los hablantes de ambas naciones respaldan esta hipótesis del «cibaísmo».
Si este «reemplazo vocálico» hubiese sido herencia taína, como sostienen algunos, el habla cibaeña habría sido común a toda la geografía nacional. Nuestra etnia primigenia estuvo asentada en la totalidad territorial y no sólo en el norte.
Tampoco ha de provenir de Castilla, Andalucía o Extremadura. En estos territorios no han existido tales peculiaridades, al menos de manera comprobable.
Otros plantean que la «i» cibaeña llega de Murcia e incluso de las islas Canarias, antes de recibir la influencia de otros pueblos españoles.
Esta expresión posee las características fonéticas de vocalización en «i» de las consonantes «l» y «r» cuando se encuentran precedidas de vocal, seguidas de otra consonante y al final de palabras: «Capital » «capitái». También se aspira las «s» por la «j» y se elimina los plurales. Simplifica la esencia para facilitar el habla rápida y coloquial.
En portugués, si un nombre en singular termina en «l», la pierde en plural por su posición intervocálica. Así el plural de sol es sois (soles), al sustituir la «e» por la «i».
No se conoce conglomerado de esclavos negros de hablar aportuguesado asentado en el Cibao. Sin embargo, la vocalización suele atribuirse a una posible influencia de lenguas africanas a las que se les dificultaba pronunicar la «r».
Pedro Henríquez Ureña, en “El español en Santo Domingo” (Editora Taller, 1978), sostiene que «las regiones que ocupa son los campos del Cibao, en el norte, particularmente en las proximidades de Santiago de los Caballeros y San Francisco de Macorís…».
«Estas formas portuguesas tal vez se difundieron en las Antillas a través de los esclavos del siglo XVI: muchos de ellos hablaban portugués, porque Portugal se especializó en la trata de negros, y en su territorio se conservaban muchos para venderlos, aparte de los que directamente se traían de África al Nuevo Mundo. En la literatura española de los siglos XVI y XVII es frecuente que aparezcan negros hablando en forma aportuguesada».
Por su ubicación entre montañas, el Cibao estuvo históricamente más aislado, lo que permitió que esta modalidad desarrollara características propias.
Resulta fácil identificar la nacionalidad de un argentino, mexicano, cubano o boricua. Basta con oírlos hablar. Lo propio ocurre con nuestros cibaeños, a quienes identificamos inmediatamente pronuncian el «A dió vea».