Una realineación que favorezca más a China no representa una amenaza directa a Estados Unidos, pero podría complicar sus alianzas en Asia.
WASHINGTON.-La creciente autoridad militar de China y su intento de poner fin a la predominancia estadounidense en la región del Asia-Pacífico, agita al establishment de defensa de Estados Unidos.
Funcionarios estadounidenses ven la rápida acumulación de problemas en varios frentes: la expansión del arsenal nuclear de Beijing, sus avances en el espacio, tecnologías cibernéticas y de misiles, y amenazas a Taiwán.
“El ritmo con el que avanza China es impactante”, estimó el general John Hyten, el segundo al mando del ejército estadounidense, quien previamente comandó las fuerzas nucleares de Estados Unidos y supervisó las operaciones espaciales de la Fuerza Aérea.
En riesgo está un posible cambio en el balance mundial de poder que durante décadas ha favorecido a Estados Unidos. Una realineación que favorezca más a China no representa una amenaza directa a Estados Unidos, pero podría complicar sus alianzas en Asia.
Nuevas señales de cómo el Pentágono intenta lidiar con el reto chino podrían surgir en las próximas semanas cuando el gobierno del presidente Joe Biden revise las políticas en armas nucleares, ubicación global de tropas y estrategia de defensa en general.
Por ahora, los funcionarios se maravillan por la forma en que Beijing reúne recursos, tecnología y deseo político para obtener ganancias rápidas — tan rápidas que el gobierno de Biden intenta reorientar todos los aspectos de la política exterior y de defensa de Estados Unidos.
El ejemplo más reciente de la impactante velocidad fue la prueba que condujo China de un arma hipersónica capaz de orbitar parcialmente la Tierra antes de regresar a la atmósfera y maniobrar suavemente rumbo a su objetivo.
El sistema está diseñado para evadir misiles de defensa estadounidenses y, aunque Beijing insistió que probaba un vehículo espacial reusable y no un misil, al parecer la prueba alteró a funcionarios estadounidenses.
El general Mark Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto, dijo que la prueba estuvo “muy cerca” de ser un momento Sputnik, parecido al lanzamiento en 1957 de la Unión Soviética del primer satélite espacial del mundo, que agarró al mundo por sorpresa y sembró temores de que Estados Unidos se había quedado rezagado tecnológicamente.