EE. UU., la OEA y la crisis haitiana

Esta semana el secretario de Estado de los EE. UU. asumió las críticas hacia la OEA, por su debilidad institucional e ineficacia frente a las graves crisis en el hemisferio, como la haitiana.
La frase “¿para qué sirve?” es muy simbólica. Marcos Rubio señala que la OEA ha abandonado sus objetivos, de cooperación hemisférica y defensa de la democracia, los derechos humanos y la estabilidad regional. Sus declaraciones son una crítica implícita a la diplomacia multilateral. Es una visión más pragmática, en la que la acción se valora más que los mecanismos colectivos.
La OEA está en coma. Son muchos sus retos y desafíos: fortalecimiento institucional y operativo; crear una fuerza regional para crisis humanitarias y de seguridad, con estructura clara y financiación; participación activa del secretario general para articular soluciones; convocar cumbres extraordinarias en casos de crisis para mantener la relevancia del organismo; mayor colaboración con actores externos; trabajar junto a la ONU y otros organismos regionales; e, incorporar a organizaciones de la sociedad civil para implementar soluciones más integrales.
Las declaraciones de Rubio han motivado que la OEA convocara a un simposio, paso positivo en términos diplomáticos, pero insuficiente si no va acompañado de acciones concretas y compromiso político real por parte de los Estados miembros. De igual forma, favorece un enfoque más integral y participativo y posibilita la relegitimación institucional de la OEA.
El resultado del simposio debe ser una hoja de ruta clara, plazos, compromisos financieros y coordinación operativa. Si no quedará como un gesto simbólico, sin impacto real sobre el terreno. Además, sin la presencia de actores claves haitianos, las soluciones serán meramente impuestas.
La comunidad internacional está hastiada. Haití ha recibido múltiples misiones, promesas y recursos, pero no han dado los frutos esperados.
El simposio, pues, deberá tener un impacto real. Hay que acordar compromisos concretos, como los fondos, mecanismos de seguridad, apoyo electoral y reconstrucción institucional.
Será imprescindible establecer seguimiento posterior, con un grupo de trabajo que dé continuidad a las decisiones y coordinar con la ONU y otras organizaciones internacionales para sumar fuerzas.
El constante reclamo del presidente Abinader ha logrado el clamor norteamericano y el compromiso del mayor aportante de la OEA y del país con mayor influencia para posibilitar el apoyo internacional para enfrentar la grave crisis haitiana, que tanto daño y retos plantea a nuestro país.
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