La educación dominicana en todos sus niveles está profundamente escindida entre el sector público y el sector privado, especialmente a partir de finales de los años 70. La inversión el 4% durante estos 7 años pretendía cerrar esa brecha, pero no lo ha hecho.
Las inversiones han ido a parar a la construcción de escuelas, comida para los estudiantes, titulación de docentes, mejoras salariales para los profesores, distribución de computadoras y subsidio a gran cantidad de colegios privados que atienden poblaciones de clase media baja y pobre. Todo eso contribuye a una escuela de calidad, pero no basta, lo dicen las evaluaciones internacionales y la información local que llega por diversas vías. Sin profesores de alto nivel no hay educación de calidad y de eso carecemos.
La inversión pública educativa al confrontarse con la agenda electoral pierde, ya que el proceso educativo ofrece mejoras visibles en 15 años o más, pero las elecciones son cada 4 años. Quizás la prohibición de la reelección ayudaría con eso. Un candidato desde la presidencia que haya invertido miles de millones de pesos en reales mejoras a la calidad de la educación pública no puede mostrar cosa alguna para su reelección.
Los países que exhiben hoy los primeros lugares en educación llegaron ahí luego de décadas de esfuerzos figurando en posiciones bajas, subiendo punto a punto. En algunos casos bajo dictaduras. Preguntas que se imponen en un escenario como el nuestro: ¿la calidad del gasto en educación que estamos haciendo realmente mejorará nuestros resultados en 5 o 10 años? ¿Puede hacer algo la nueva administración gubernamental que no ha hecho la actual para mejorar la calidad de la educación? Y no seamos ingenuos, estamos hablando de la educación pública, ya que la privada muestra -en promedio- una calidad superior a la pública. Hasta el presente la educación pública sigue frenando la promoción social de sus egresados. ¡Excepciones hay muchas! Pero no podemos hacer política pública con las excepciones.
Frente a la pandemia el asunto se agrava. El sector privado ha respondido con cierta habilidad al tránsito de la educación presencial a las plataformas virtuales. En todos los niveles educativos: básico, medio y universitario. El sector público en gran medida ha quedado estancado en el 20 de marzo. La inversión que se hizo en República Digital por lo visto no sirvió de mucho. Y como este hecho -el de la pandemia- resulta único en nuestra historia y la del mundo, surge la pregunta de cómo vamos a lograr que nuestros niños, niñas y jóvenes en el sector público pueden volver al proceso de aprendizaje. Los del sector privado no tienen ese problema: comenzarán completamente digital o con una presencialidad muy limitada.
Mandar a los estudiantes a las aulas a finales de agosto, no importa la cantidad o distanciamiento social, es poner en peligro la salud de ellos y la de sus familias. Ruego que las cabeza de las autoridades educativas del MINERD, salientes y entrantes, no se acaloren con esa propuesta descabellada de arrear a los hijos de los pobres a los salones de clase. Eso sería criminal. Por otra parte, pretender brindar clases virtuales a ese sector social es ingenuo porque previo a eso tendrían las telefónicas que garantizar una oferta de Internet en todo el territorio nacional con el ancho de banda suficiente para usar plataformas de enseñanzas. Si lo primero es despreciable, lo segundo raya en la insensatez.
Tenemos entonces varias opciones. Una es mover el inicio del año escolar para enero o agosto del 2021, con lo que se tendría que modificar el ciclo escolar o se perdería un año. ¿Sólo para el sector público? Tema delicado. Obligar a la escolaridad privada a detenerse pudiendo seguir es descabellado, pero permitir que se escindan en sus ciclos agrava la separación entre clases sociales. Otra opción, más razonable y viable, es convertir todo el sistema de radio y televisión del gobierno en mecanismo de enseñanza. En ese método tenemos experiencia como el caso de Radio Santa María en La Vega, y experiencias en América Latina, sobre todo en Cuba, que ya ha producido materiales en Lengua Materna, Matemáticas y Ciencias Naturales que podrían usarse en lo que se producen materiales propios. Pienso que esta solución es la más razonable. Si eso funciona podría ser una propuesta permanente como complemento a las experiencias de aulas en el futuro. La radio y la televisión tienen mayor alcance que el Internet de ancho de banda grande.
Este problema amerita que las mejores mentes en varias disciplinas se reúnan para planificarlo de inmediato. Mientras se despliega el uso de la Radio y la Televisión para mantener la escolaridad pública, deberíamos ir empujando el uso del Internet en todo el país para garantizar el acceso a materiales, tutorías y clases remotas tanto dentro como fuera de las escuelas. Lo esencial es que todos nuestros niños, niñas y jóvenes tengan acceso a un recurso o dos de aprendizaje mientras permanecen en sus casas. La presencialidad es de tan alto riesgo que no la aconsejaría de ninguna manera, pero a la vez es obligatorio evitar que la brecha entre el sector público y privado se siga ampliando.