El interés por establecer un vínculo explicativo de las relaciones que surgen entre salud, economía y desarrollo surge a finales del siglo XVIII.
Sin embargo, es en el año 1890 que tal inquietud se coloca en el epicentro de la investigación económica cuando el economista Alfred Marshall, llegó a la sesuda conclusión de que “La Salud y la fortaleza física, espiritual y moral, son la base de la riqueza social; al mismo tiempo, la importancia fundamental de la riqueza material radica en que, si se administra sabiamente, aumenta la salud y la fortaleza física, espiritual y moral de género humano”.
En adición, en las últimas cuatro décadas el pensamiento económico ha agregado un nuevo prototipo de formidables implicaciones para interpretar los problemas del desarrollo. Si bien desde hace tiempo se sabe que el nivel de ingreso de un país determina sus condiciones de salud, las evidencias empíricas han demostrado que esa relación opera también en sentido contrario: es decir, que el nivel de salud determina cuánto crecen las economías.
Es en tal contexto que históricamente se ha podido comprobar que los grandes adelantos económicos a escala planetaria han estado acompañados del progreso de las condiciones de salud y nutrición de la población.
Es por tal razón que la salud es parte de un conjunto elemento que poseen las personas para una vida sana y productiva, por lo que no se trata sólo la ausencia de enfermedad; es también la capacidad que cada quien tiene de desarrollar su potencial físico y cognitivo a lo largo de su vida.
A la luz de la razón, el acceso a servicios básicos de salud debe de considerarse un derecho fundamental de los ciudadanos.
Por igual, se trata de tener un valor intrínseco, ya que estar sano es una de las principales fuentes de bienestar, la salud tiene un valor instrumental por ser uno de los determinantes fundamentales del crecimiento económico.
Desde una perspectiva macroeconómica, la salud contribuye al crecimiento económico de largo plazo a través de múltiples mecanismos, tales como que incrementa la productividad laboral de los trabajadores y el desarrollo cognitivo del niño a través de mejoras en la nutrición.
Pero también reduce las pérdidas de producción de los recursos humanos y de asistencia escolar de los niños ocasionadas por enfermedades, así como libera recursos financieros que, de otro modo, sería necesario destinar al tratamiento de las enfermedades.
Apelando a la sabiduría popular al establecer que “la salud es riqueza”, se puede reflexionar de manera concreta de que la salud de la población juega un rol fundamental en el crecimiento económico, bienestar social y desarrollo humano de las naciones.
Pues desde el plano microeconómico se puede sostener el axioma de que la salud habilita a las personas y las familias para alcanzar el progreso económico en el presente, y la seguridad económica en el futuro, estructurando así la base de la productividad laboral y de la capacidad cognoscitiva, física y emocional de los individuos.
Los economistas históricamente se han adelantado, y ha sido aceptado por la comunidad internacional, de la importancia vital de las inversiones efectivas en salud para el desarrollo humano y el crecimiento económico.
Pero es que la salud está siendo objeto de mayor atención dentro de las estrategias de lucha contra la pobreza, y los abordajes sectoriales se concentran cada vez más en los resultados de salud, por lo que se han creado nuevos mecanismos para la financiación de la salud, el cual se ha acelerado a partir de la inesperada crisis sanitaria global que ha degenerado en una hecatombe de la economía global.
A raíz de la pandemia global se ha puesto en evidencia lo imprescindible que es estructurar los gabinetes gubernamentales de salud, en el entendido de que estos cumplen un papel fundamental para promover el mejoramiento de esta, ya que son responsables de diseñar, identificar la financiación de la misma, tomar las decisiones y mantener sistemas sanitarios e instituciones eficaces. Estas son razones poderosas que sugieren combinar un marco macroeconómico y de salud orientado a colocar en primer plano a las autoridades económicas y sanitaria del más alto nivel, divulgando ampliamente y promoviendo el papel central de la salud en el desarrollo socioeconómico.
Es en tal virtud que la voluntad política y el compromiso en el más alto nivel son necesarios para fortalecer los procesos institucionales y sistémicos, sostener entidades de salud y desarrollar políticas y planes de acción destinados a movilizar recursos financieros. Pues se entiende que la salud de la población se deteriora como resultado de políticas económicas que no están acompañadas de una planificación y un análisis de que los daños económicos tienen un impacto en sentido general.