Echarle gasolina al fuego

Echarle gasolina al fuego

Echarle gasolina al fuego

Rafael Chaljub Mejìa

Como si en este fin de año al mundo no le faltaran focos peligrosísimos de tensión, y como si se hubiese impuesto a sí mismo la tarea de hacer más convulso el ambiente internacional, el presidente Donald Trump ha declarado que su país reconoce el derecho del Estado sionista de Israel a tomar a la ciudad de Jerusalén como su capital.

La reacción no se ha hecho esperar y tanto en el Oriente Medio como en Europa estallaron las manifestaciones e incluso los actos de violencia en respuesta a este despropósito del presidente norteamericano.

Esa declaración está llamada a tener consecuencias imposibles de prever por el momento. Ya Benjamín Netanyahu viajó a Europa a hacer los amarres y buscar apoyos necesarios para tomar Jerusalén como su centro, y dejar definitivamente canceladas las posibilidades de una solución negociada al viejo conflicto con los palestinos. Cada vez que se habló de esa eventual solución, se dio por sentado el que Jerusalén sería dividida y cada una de las partes tuviera su propia jurisdicción en ella.

Durante muchos años, especialmente en los tiempos de Yasser Arafat y la Organización para la Liberación de Palestina, estos declararon que Jerusalén sería la capital del futuro Estado que ellos aspiraban a constituir.

Cedieron con bastante realismo para admitir la soberanía israelí en parte de esa legendaria ciudad.

Esa era la orientación por la que andaba el mundo y ahora de súbito, Trump se descuelga con esta declaración sorprendente.

Israel, que tiene derecho a la existencia como Estado, no se satisface con otra cosa que llevar hasta el fin su violenta política de dominio y si es preciso de exterminio contra los palestinos.

Nunca ha respetado mediaciones ni resoluciones de organismos internacionales. La primera víctima de esa política arrogante y expansionista fue aquella resolución de la ONU en 1948 para la partición de Palestina y albergar a dos pueblos y dos estados.

Las botas de los soldados convirtieron esa resolución en letra muerta. Israel nunca ha tratado a los palestinos como iguales y Trump le empieza a franquear el camino para que lance sus tropas fanatizadas por la xenofobia y el racismo a tomar Jerusalén como su capital.

Entonces, adiós a la paz en el Oriente Medio, a prepararnos para tragedias aún mayores, principalmente a costa del pueblo mártir de Palestina y de una paz que ahora se aleja como nunca.



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