Dos salidas tiene el túnel, cada una de dos vías. Por una siguen llegando al Reino Unido camiones cargados de cajas europeas. Por la otra pasan cada vez menos productos británicos camino de Europa.
Los drones fotográficos del “Financial Times” revelan claramente cuán reales resultaron las advertencias de los opositores al Brexit (https://next-media-api.ft.com/renditions/16679236399130/1280×720.mp4).
Las colas provenientes de Europa son interminables y su paso es cada vez más lento por el papeleo aduanero recién reintroducido.
En la otra dirección casi no hay tráfico, salvo el ocasional embarque de empresas británicas que, para evitar esperar por semanas la aprobación de sus papeles, prefieren trasladarse a Holanda o Polonia y seguir vendiendo libremente.
El Brexit nada tenía que ver con la realidad de la integración entre industrias y servicios británicos y europeos.
Fue un proyecto financiado por aquellos que buscaban evitar el efecto de las directivas europeas contra los paraísos fiscales, así como revertir la libre circulación de personas de la cual dependían la agricultura, el comercio y el turismo británicos (https://www.independent.co.uk/news/uk/politics/brexit-leave-eu-campaign-arron-banks-jeremy-hosking-five-uk-richest-businessmen-peter-hargreaves-robert-edmiston-crispin-odey-a7699046.html).
Así, la agenda particular de un segmento minoritario magnificó la agenda de un grupúsculo llamado partido “independentista” del Reino Unido que jamás ganó más de un escaño en la cámara de los comunes.
Su agenda fue asumida por los tories y convertida en política luego del referendo sobre el Brexit.
Ahí comenzó el desmonte de 40 años de integración entre Europa y el Reino Unido, cuya economía innovadora había sido renovada por las reformas de Margaret Thatcher, artífice del mercado único.
Entre los beneficiarios están los dueños de fondos de cobertura (“hedge funds”), quienes apuestan y ganan pase lo que pase, crezca o caiga la economía, se fortalezca o se desplome la moneda (https://www.youtube.com/watch?v=dkvAtZowDoQ), suban o bajen las tasas de interés (https://www.ft.com/content/7f5fc97a-0446-480d-ac9a-2a5f503c7622).
Las consecuencias de este acto de egoísmo extremo por parte de minorías poderosas capaces de fabricar consensos en provecho propio las está sufriendo el Reino Unido en carne viva.
Sólo Rusia terminó el 2022 peor que el Reino Unido, el único país del G7 que sigue por debajo del nivel de actividad registrado antes del Covid-19.
La incertidumbre creada desplomó la inversión privada, la cual según el diario antes citado se encuentra 35 % por debajo del nivel que tendría de no haber sido por el Brexit.
La devaluación de la libra encareció las importaciones y abarató unas exportaciones que, al abandonar su principal mercado, el europeo, no encuentran a dónde más venderse.
El contraste con Irlanda del Norte es notorio. Fue el único territorio británico en recuperarse del desplome del 2020-21.
Un protocolo especial le permitió mantenerse en la UE sin tener que reunificarse con la República de Irlanda.
Así, goza de todos los beneficios de comerciar libremente tanto con la UE como con el resto del Reino Unido, preservando además la paz lograda en 1998 que puso fin a tantas décadas de terrorismo independentista.
Nada sorprendentemente, 56 % del electorado británico favorece regresar a la UE (https://redfieldandwiltonstrategies.com/joining-or-staying-out-of-the-eu-referendum-voting-intention-7-8-december-2022/) y así poder volver a disfrutar las dos salidas del túnel.