Todos somos sobrevivientes de algo. Piensa en tu propia historia y encontrarás un recuerdo en el que te sentiste el patito feo de tu propia historia. Pudo ser durante la infancia o quizás ya en la adultez.
Te sentiste abandonado, traicionado, desprotegido, sin valor. Ese sentimiento que aflora en el presente y que te hace sentir de esa manera especifica: dolor, frustración, rabia, desilusión, impotencia e incluso asco, no es más que el resonar algo que ya pasó mucho antes cuando apenas estabas en la infancia y no podías cuidarte y protegerte por tus propios medios.
Él o los adultos responsables de tu cuidado no pudieron hacerlo mejor y tu resultaste herido; posiblemente ellos ni siquiera supieron de tu herida y, por ende, no pudieron ayudarte a sanar apropiadamente. Quizás ellos también son víctimas del mismo sentimiento.
Al no haber sanado en su momento, ahora ocurren diferentes eventos que te enfrentan a esa herida. Lo peor podría ser que ni siquiera tú estés consciente de que, cuándo o dónde se produjo el daño inicial para poder sanar esa herida que aún sigue presente.
Hay quienes repiten de diferentes maneras esos momentos de agonía, quienes los olvidan para ayudarse a sobrevivir, otros lo ignoran, o se ensordecen en algún tipo de adicción que les hace creer que ya podrán dejarlo en otra dimensión, pero al final conocemos los resultados.
Hoy, te resulta insuficiente el ‘sobrevivir’, es tiempo de sanar y restaurar el ‘yo interno’ para acceder al poder completo de quien eres, para dejar de vivir arrastras y levantar la mirada desde el amor propio. Empieza por decir: “Yo soy (nombre completo). Ahora estoy en el adulto que soy.
Ahora yo me encargo de sanar mis heridas”. Busca el ejercicio completo en mis redes sociales @dileniacruz_coach.