Hay ironías que duelen. En un país donde el sol brilla con un descaro envidiable, donde hasta los cocos parecen cargarse de energía solar, la “Lu’, como decimos con cariño y rabia, se va sin pedir permiso. República Dominicana lleva más de 30 años intentando resolver el eterno acertijo de la ineficiencia eléctrica, y en lugar de avances, seguimos iluminándonos con la esperanza y apagándonos con la frustración.
Aquí, en Cabarete, el paraíso del viento, las olas y la buena vibra, nos estamos comiendo apagones de 14 horas como si fueran parte del menú del día (sin contar con el reciente apagón nacional que ocurrió la tarde de un martes en el mes de noviembre de 2025). Y no me vengan con que exagero: soy mala para los números, pero en esta no me equivoqué.
Entre un apagón de 14 horas, más el apagón nacional del martes y otro de 8, uno se pregunta si el recibo también se va… pero no, ese llega puntual, bien encendido y con todos cables cruzados de la lógica: cinco mil pesos por un servicio que no tengo. Eso no es una factura, es una falta de respeto con firma digital.
Y cuando uno intenta reclamar, el sistema parece diseñado para agotarte más que el apagón mismo. Te obligan a pagar primero, para luego decirte con voz robótica que “no hay irregularidad”. Como diría el Chapulín Colorado: “¿Y ahora quién podrá defendernos?” Porque aquí el héroe no es el que tiene el martillo de Thor ni el escudo del Capitán América; es el que logra mantener un inversor vivo más de ocho horas sin derretirse del calor ni perder la paciencia.
Lo triste es que la historia se repite tanto que ya se volvió parte del paisaje turístico. En el país donde la factura es cara y el servicio precario, la energía parece tener más vacaciones que nosotros, y mientras tanto, los que trabajamos, los que producimos, los que encendemos la vida de nuestros pueblos con ‘pila’ de esfuerzo, nos quedamos en apagones, con la vela encendida y la fe sin carga.
Quiero dejar esta reflexión: ¿Cómo es posible que en un distrito municipal como Cabarete donde brilla tanto el sol… se vaya tanto la luz? nosotros podríamos ser un modelo de energía limpia, sostenible, solar, brillante como su gente y como el clima. Pero en vez de invertir en soluciones, seguimos pagando por un servicio invisible. Tal vez sea hora de encender otra luz: la de la conciencia, la de la exigencia ciudadana, la que no se apaga ni con los apagones más largos. Porque si el sol no se rinde, ¿por qué deberíamos hacerlo nosotros?
Cabarete sí puede… pero con luz.