Don Bosco

Oh, Don Bosco

Oh, Don Bosco

Altagracia Suriel

Cada año, el 31 de enero nos recuerda a San Juan Bosco, el padre y maestro de los jóvenes. En su honor ese día celebramos el Día de la Juventud a nivel nacional para resaltar a un segmento de la población que es prioritario para el desarrollo nacional.

Sin embargo, este 31 de enero nos encuentra con un panorama sombrío en el mundo juvenil. La cultura del facilismo, el inmediatismo, la vagancia y la chabacanería es la sombra a la que se arriman cada día los jóvenes de los barrios marginados con sus secuelas de riesgos y vulnerabilidades como las drogas, el microtráfico y la delincuencia.

Domingo Páez ha sido insistente en la presencia de la emergente cultura alofoke que presenta los antivalores de la violencia y el irrespeto como el paradigma de los comportamientos juveniles.

Cuánto necesitamos a Don Bosco en este mundo hoy. Pareciera que su sueño de convertir a lobos en corderos se hace hoy más urgente que nunca frente a los que de forma intencional y planificada dañan a los jóvenes para convertirlos consumidores de todo lo malo.

Como en tiempos de San Juan Bosco, ahora también necesitamos un claro compromiso con la promoción y el bienestar de los jóvenes dominicanos, auténticos tesoros que con sus grandes sueños, su solidaridad y su visión del mundo aportan a la cohesión social.

Si no rescatamos a los jóvenes y los formamos en valores, ¿cómo será la sociedad que le dejaremos a las futuras generaciones?

Tenemos que mejorar las vidas de los jóvenes dominicanos. Impedir que sus sueños e ilusiones se vean socavadas por la marginalidad. Frente a la exclusión en que viven miles de jóvenes, la única arma es el desarrollo, traducido en la garantía de derechos como son la educación, la salud, el empleo y la participación social.

Siguiendo a Marco Bazán Noboa, tenemos la responsabilidad de apostar por los jóvenes para que ellos cambien la crisis de la cultura adulta. Sus reclamos, actuación y proyectos por reconstruir relaciones democráticas, paritarias, simétricas respetuosas y tolerantes deben ser prioritarios para la gestación de una sociedad justa.