Un banquero extranjero dijo una vez que sería un extraordinario negocio comprar a la República Dominicana a partir de cómo los dominicanos la ven, y venderle tomando como referencia como los demás la valoran.
Dicho en otras palabras, la visión cataclística con la que los dominicanos evaluamos la situación nacional anda muy distante de la realidad que se observa con facilidad desde el extranjero.
A los dominicanos les cuesta trabajo expresar que República Dominicana fue un caso de estudio por la forma exitosa en que enfrentó una pandemia en la que todos en el mundo estaban inventando. También somos un modelo de recuperación postpandémica.
Pero la forma en que nos hemos ido conduciendo en la nueva crisis generada por el conflicto bélico en Europa está por encima del promedio más eficiente de los demás países.
Sin embargo, preferimos adherirnos a un discurso apocalítico.
Lo bueno es que pese a esa actitud pesimista, la capacidad de resiliencia de los dominicanos empieza a ser reconocida y admirada por otros pueblos.
El futuro inmediato nos depara otros grandes retos que, sin dudas, sabremos sobrellevar, pero el camino será tortuoso por los factores externos que incidirán, pero también por el negativismo discursivo imperante.
Ya el Fondo Monetario Internacional ha advertido que a República Dominicana le esperan momentos de mucha incertidumbre en el plano económico, igual que a Centroamérica y Panamá, pero también destaca la capacidad demostrada para enfrentar situaciones como las que se avecinan.
Parece que sería mucho pedir llevar la fiesta en paz, pero al menos disfrutemos los logros y afrontemos con determinación los retos.
