Las cifras del Banco Central no dejan lugar a dudas. Al 31 de marzo el PIB dominicano crece a una tasa anual de 3.1 %.
La expansión se alimenta de construcción (19.5 %), zonas francas (10.6 %), industria nacional (7.4 %), minería (4.6 %), comercio (4 %), salud (3 %) y agricultura (1 %).
Esto a pesar de la permanencia de restricciones, esenciales para contener el contagio y evitar la saturación de las unidades de cuidados intensivos frente a rebrotes, mientras avanza imparable el programa de vacunación, beneficiando a 31 de cada 100 dominicanos al 18 de mayo 2021.
Nuestro sistema sanitario fue sometido a fuertes tensiones mientras probaba tratamientos que redujeran la mortalidad del COVID-19, teniendo pendiente todavía la masificación de las pruebas de contagio y el rastreo de contactos utilizando el app desde hace tiempo disponible.
El efecto combinado del choque sanitario y las restricciones tuvo un impacto desigual sobre la actividad económica en 2020, año en el que sólo los sectores de salud, finanzas, alimentos, gobierno y comunicaciones crecieron, aportando 32 % del PIB.
Si bien las exportaciones totales de bienes cayeron 8 % en 2020, dos tercios del total exportado creció durante el año, representando ingresos en divisas por US$8.7 mil millones. Salvo el oro, cuatro de las cinco principales son actividades de zonas francas: dispositivos médicos, electrónicos, cigarros y “otras actividades industriales”.
El sector más perjudicado fue el turismo. Su aporte al PIB cayó 47.5 %. Igualmente, su contribución a la cuenta corriente disminuyó 64.3 %. Al 31 de marzo 2021 seguía cayendo, una tasa anualizada de 38.2 %.
La realidad de la crisis y el alcance de la recuperación plantea desafíos para el servicio exterior, tres de cuyas cinco funciones son informar sobre lo que acontece en sus destinos, promover los intereses del país y representarlo ante gobiernos y demás actores relevantes.
Informar a la política exterior sobre el contexto de la crisis, las respuestas internas y externas que motivó y el contexto en que se dio requiere combinar la diplomacia con la evaluación de las políticas públicas asumidas en tiempos de COVID-19, con miras a sugerir medidas potencialmente relevantes para acelerar la recuperación.
Entre estas se destacan las acciones diplomáticas emprendidas para ingresar al COVAX de la OMS; recibir cooperación científica en la gestión de los contagios y el diseño del programa de vacunación; sacar a la RD de la lista de destinos riesgosos; captar más turistas; atraer inversiones para la conectividad y para posicionarnos en las cadenas de suministro internacionales; y obtener suministros de vacunas con la celeridad requerida ante el incumplimiento de los suplidores originalmente contratados.
Se trata de ser resilientes frente al choque, sobreviviendo el corto plazo, adaptándonos a las tendencias de largo plazo aceleradas por la crisis y revolucionando las políticas públicas para reconstruir mejor la economía.
El enfoque propuesto contribuye a fortalecer la gobernabilidad demostrada ante la crisis, gracias a la cual la comunidad financiera internacional confió en la capacidad de recuperación del país.
Apoyar la recuperación requiere ahora, con carácter de urgencia, promover el comercio y la inversión en los sectores todavía rezagados.