Clara fue la señal del presidente Abinader durante la Semana Dominicana en los EEUU: “trabajar para que la República Dominicana sea el centro logístico regional”. (https://eldia.com.do/gobierno-se-propone-crear-hub-del-caribe/).
Es una señal que cuenta con sólidas bases jurídicas, como la Ley Orgánica 1-12 de la Estrategia Nacional de Desarrollo y el decreto 262-15 sobre centros logísticos y empresas operadoras logísticas.
Para atraer las inversiones privadas de operadores internacionalmente reconocidos tenemos la Ley 340-06 de Compras y Contrataciones, complementada por la nueva Ley 47-20 de Alianzas Público-Privadas.
Esto es más que suficiente para organizar las licitaciones para contar en breve plazo con una red multimodal de transportes, mas puertos competitivos y aeropuertos de mayor capacidad.
¿Por qué captar operadores internacionalmente reconocidos? Porque sólo así vendrán las inversiones adicionales necesarias para incrementar nuestra conectividad internacional, ahora que se reconfiguran las cadenas de suministro por la robotización de la manufactura y la automatización de los servicios. Desde antes de la pandemia este proceso venía transformando la producción deslocalizada (“off-shore”) que tanto benefició a las zonas francas.
¿Para qué necesitamos convertirnos en el centro logístico regional? Incrementar la conectividad nos permitirá aprovechar las economías de la red (“network economies”). Así, mientras más conectados estemos más negocios generaremos y en consecuencia más se beneficiarán nuestros habitantes de nuestro posicionamiento comercial y geográfico (“near-shore”).
Los operadores logísticos serán ingredientes esenciales.
¿Qué atractivos adicionales tenemos para promover nuestras aspiraciones? Nuestra red de acuerdos de libre comercio permite penetrar desde aquí a los mercados del Caribe, Centroamérica, los EEUU y la UE.
¿Son suficientes esos atractivos? La UE, cuya red de acuerdos tiene cobertura incomparable, está revisando su política comercial. Si apostara por la convergencia de sus acuerdos en la región, podríamos ofrecer desde aquí la libre circulación de mercancías y servicios hacia todo el hemisferio.
Así, en vez de ver contemplar pasivamente la relocalización (“re-shore”) de las inversiones, podremos atraer y retener nuevas inversiones productivas que aprovechen nuestra red de acuerdos, capacidad logística, localización geográfica y elevada productividad de nuestra mano de obra, más numerosa que la disponible en otros países cercanos.
Es innegable nuestro atractivo internacional. Eslóganes aparte, comunicamos una marca país de creatividad, conectividad y savoir-vivre, sabiendo trabajar duro sin dejar de pasarla bien.
Coordinarnos con la región nos hace irresistibles. La voluntad de competir y no cooperar ha predominado en América Latina y el Caribe, donde siempre han existido dificultades políticas. Pero cuando encontramos cómo cooperar, las decisiones más difíciles se agilizan como por arte de magia.
Esta semana, en un almuerzo de embajadores latinoamericanos y caribeños organizado en Doha —a petición dominicana— por nuestro Decano el Embajador de Paraguay, se puso en movimiento la articulación que tendrá la línea aérea número 1 del mundo —Qatar Airways— con nuestras redes de transporte aéreo.
Una región cuya clase media avanza, cuya economía se recupera y cuyos gobiernos ejecutan políticas públicas de vanguardia es imposible de ignorar. Mucho menos teniendo a una República Dominicana pletórica de iniciativas, lista para convertirse en su centro logístico y en el mismo trayecto del sol.