El reporte policial nos dice que unos desconocidos asaltaron en San Juan de la Maguana un negocio de expendio de licores y cargaron con una gran cantidad de bebidas alcohólicas.
Era tal la decisión de cometer ese robo, que los ladrones no vacilaron en amordazar y golpear al vigilante de la tienda, hasta dejarle inconsciente. Posteriormente fue ingresado en un hospital.
Lo que no recuerdo haber visto nunca es un robo en una librería. ¿Imaginan ustedes, amables lectores, a un ladrón protegiéndose en la oscuridad de la noche para romper los cristales de una librería y cargar, por ejemplo, con tres cajas llenas de libros?
El día que ocurra algo semejante, ¿debemos lamentarlo o alegrarnos?
Con perdón de los libreros, un hecho así a mí me produciría, allá en el fondo, cierta satisfacción, por ese progreso cultural en la conducta de nuestros amados delincuentes.
Pero ¡qué va!, no voy a seguir durmiendo de ese lado. Los libreros pueden seguir tranquilos, pero los vendedores de bebidas alcohólicas ¡qué se cuiden de los ladrones borrachones!