Dilma convierte ONU en su tribuna política
Bloomberg News.–A pocos días de que concluya la campaña presidencial brasileña, en la que la presidente Dilma Rousseff busca la reelección, el mundo es su tribuna política. Esta semana, llevó la campaña a la First Avenue de Manhattan, donde, vestida de azul brillante y con el cabello firmemente batido, saludó a las naciones, con un guiño a los votantes de su país.
No es que su discurso ante la 69ª Asamblea General fuera especialmente conmovedor. Como oradora, Rousseff es una buena tecnócrata. íí, dio el obligado apoyo a las demandas de los países emergentes de reformar las instituciones de gobierno mundial, como el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde Brasil viene luchando por ser un miembro permanente.
Les dio un codazo ritual a las potencias que bombardean a los enemigos en lugar de negociar por la paz y el entendimiento. Después retó al mundo rico por hacer tambalear el orden financiero mundial, après Lehman Brothers, crisis de la que, según ella, Brasil se las ingenió para salir (“Brasil creó 12 millones de puestos de trabajo”) mientras todos los demás repartían notificaciones de despido.
Notoriamente ausente de su relato estuvo la mención de la red de espionaje mundial de Washington, que insumió cerca de un tercio de su discurso en la Asamblea General de 2013, luego de que Rousseff se enterara de que había sido blanco de la Agencia de Seguridad Nacional.
Ese fue el atropello del año pasado. Con su cargo en juego, Rousseff hizo lo que sólo los jefes de Estado en ejercicio pueden hacer: tratar de convertir un encuentro internacional en un acto partidario.
Alivio de la pobreza, gestión de la crisis económica, lucha contra la corrupción e incluso defensa de los derechos de los gays y las lesbianas: todo esto estaba haciendo Brasil, dijo.
Rousseff no es la única que ve a la Asamblea de la ONU como un atajo a las urnas. La presidente de Argentina Cristina Kirchner arremetió contra los acreedores contumaces a quienes culpa de hacer caer al país en la octava suspensión de pagos de su deuda desde la independencia. “No sólo son terroristas los que ponen bombas.
Los que desestabilizan la economía de un país también son terroristas por el pecado de la especulación”, declaró ante la asamblea.
Nicolás Maduro de Venezuela tuvo menos éxito. Esperando ser el portavoz del extinto Hugo Chávez, cuyas frases efectistas eran irresistibles para los medios de prensa, el atribulado presidente venezolano habló ante una cámara vacía.
Cerrando el puño y elevando la voz, Maduro reclamó una “refundación” de la ONU, dinamitada por las “fuerzas imperialistas” de los Estados Unidos, “que una y otra vez buscan socavar la democracia”, y tuvo amables palabras para el dictador sirio Assad por luchar contra los terroristas del Estado Islámico.
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