Las Grandes Ligas estadounidenses de béisbol se desviven por llamarle al torneo que celebran cada cuatro año como un Clásico Mundial, y no es así. Las limitaciones o trabas que ellos mismos les colocan a los países participantes son tantas, que deslucen el espectáculo.

Las diferencias más notables entre el llamado Clásico Mundial de Béisbol y el Mundial de Baloncesto se evidencian en que los equipos participantes del torneo del aro y el balón tienen la oportunidad de foguearse y entrenar juntos.

La MLB para el Clásico Mundial apenas permite que los equipos se junten cuatro días antes del inicio del campeonato; dos días para entrener y dos días para celebrar dos partidos de prácticas. Sin embargo, para el Mundial de Baloncesto el equipo dominicano cumplirá con una agenda de entrenamientos más completa. Celebrarán siete juegos de fogueo y tendrán una base de entrenamientos en España.

Aún con esa agenda, el buen amigo y experto en baloncesto Alex Rodríguez, en su columna Triple Team, en el Listín Diario, muestra su preocupación por la química que pueda tener el equipo dominicano, destacando de manera muy correcta que para ganar no sólo es contar con el talento, sino que también es clave el conocimiento de los jugadores y del sistema de juego entre uno y otro para lograr el éxito.

Esa es la razón fundamental por la que los países que participan en el Clásico Mundial de Béisbol deben luchar para futuras versiones, debido a que sin prácticas y fogueo es muy difícil garantizar una buena participación.

Las reglas del Clásico tienen que cambiar para que pueda ser mejor, porque este evento está calando en el gusto de la gente. Así se demostró en la pasada versión, que fue la quinta, y se rompieron los récords de asistencia. 1,010,999 aficionados fueron a los juegos celebrados en Miami, casi duplicando la marca anterior de 2017, que fue de 510,056. El juego entre Estados Unidos y México estableció el récord en un partido de primera ronda del Clásico, con 47,534. También hubo récord de televisión.