Un hermano del Presidente Carter se paraba a orinar en las carreteras y más de un patrullero pasó su “momento querido” allá en Georgia.
Un medio hermano del Presidente Clinton causó similares dolores de cabeza a las autoridades. Ni hablar de Chappaquiddick, Massachusetts, donde en 1969 el senador Ted Kennedy chocó con un puente cayendo al agua y dejando ahogada a su joven acompañante Mary Jo Kopechne, huyendo sin reportar el accidente a las autoridades hasta horas después; ya él sobrio y ella muerta.
La cuestión es que dondequiera, hasta en gringolandia, se cuecen habas por problemas de tránsito protagonizados por políticos o allegados poderosos.
Entre nosotros debería escandalizarnos más que la impune desfachatez del político cuyo apodo es “Querido” –no importa que no recuerde su prescindible nombre— el que sus propios compañeros de partido le apoyen, como hicieron antes los perredeístas con un diputado a quien llamaban “El Chino”.
La diferencia es que los policías de allá no se intimidan fácilmente ante algún Carter, Clinton o Kennedy. Aquí basta ser “Querido” o “El Chino”…
