Los problemas reales que confronta la sociedad dominicana requieren de acciones meditadas, constantes y enfocadas en el mediano y largo plazo.
Confundir las raíces y la naturaleza de los desafíos que debemos resolver para lograr una sociedad más cohesionada, que ofrezca garantía a todos los dominicanos y dominicanas de que tendrán oportunidades para, con el esfuerzo necesario, alcanzar sus metas de realización personal, con seguridad y en un clima de convivencia, no sólo constituye una dilapidación de energías sino que puede agravar las dificultades y generar nuevos problemas.
Por ejemplo, en estos días se ha incrementado la tensión alrededor del tema de la inmigración haitiana: amenazas e insultos a reconocidos periodistas cuya labor, a lo largo de muchos años, ha sido de gran contribución a la democracia; altercados y otros hechos violentos, se van sucediendo, con el riesgo de una escalada de acciones erráticas y dañinas que generen situaciones de imprevisibles pero graves consecuencias.
Quienes fomentan el odio y la tirantez deben reflexionar: esta conducta sólo provoca incapacidad de confrontar con serenidad la complicada red de hechos que nos han traído a esta situación alrededor del tema migratorio; y esto no va a ayudarnos a resolver el problema y sus actuales consecuencias.
El gobierno del presidente Danilo Medina, defendiendo en todos los escenarios nuestro ejercicio de Estado soberano, ha tomado medidas necesarias para que nuestro ordenamiento constitucional y legal sea cumplido, pero garantizando los derechos humanos de las personas que pudieran ser afectadas por omisiones y errores.
Atizar el odio, promover el insulto, injuriar a quienes piensen de modo distinto, no es una forma de construir soberanía, sino todo lo contrario.
Generar situaciones violentas que nos acarrearían consecuencias negativas como país, no sirve a intereses que se reclaman patrióticos sino que nos debilita como Estado.