El destino final de los partidos políticos: terminar divididos

SANTO DOMINGO.- Seguro viste o escuchaste al menos, sobre la saga de películas Destino Final (Final Destination) cuyo argumento a lo largo de seis películas es el mismo: un grupo de personas se escapa milagrosamente de la muerte y luego, sin importar todos los esfuerzos que hagan, perderán la vida.
Pues bien, los partidos políticos también tienen su destino final. No importa lo que hagan ni el poder que acumulen, todos los partidos políticos que logren posicionarse ante el electorado terminarán, irremediablemente, en división.
Sí, también le ocurrirá al Partido Revolucionario Moderno (PRM) y a la Fuerza del Pueblo (FP), dos organizaciones que surgieron precisamente de divisiones y que hoy se han consolidado como los hegemónicos del sistema. Es su destino final.
Un patrón que se repite
Tenemos antecedentes.
Una revisión de los procesos democráticos desde mediados del siglo XX hasta hoy revela un patrón recurrente: los partidos, aun en sus momentos de mayor fortaleza, terminan fragmentados por luchas internas, ambiciones personales, conflictos por el control de las estructuras, o simplemente por el desgaste del poder.
Desde el legendario Partido Revolucionario Dominicano (PRD), pasando por el poderoso Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) y el académico Partido de la Liberación Dominicana (PLD), todos comparten una historia marcada por la incapacidad de gestionar la disidencia interna sin recurrir a la ruptura.
Incluso cuando logran acuerdos de unidad, estos tienden a ser momentáneos, sostenidos más por la conveniencia electoral que por una verdadera institucionalidad, como lo fue el acuerdo logrado en el PLD que permitió la modificación constitucional de 2015 y la permanencia en el poder de Danilo Medina.
PRD: el laboratorio de la división
Fundado en el exilio en 1939 por Juan Bosch y otros opositores a Trujillo, el PRD regresó al país tras la muerte del dictador como una fuerza de transformación democrática. Fue el primer partido en ganar unas elecciones libres en 1962, y durante décadas representó el ideal de cambio y justicia social para amplios sectores del país.

Sin embargo, el PRD también fue el primer partido de la era post Trujillo en mostrar cómo las tensiones internas, el caudillismo y la lucha por el poder podían erosionar su base.
Junto con los triunfos electorales en 1978 y 1982 —y previo a estos, con la salida de Bosch en 1973 para fundar el PLD— surgieron disputas entre Salvador Jorge Blanco, Jacobo Majluta y José Francisco Peña Gómez, que fragmentaron su liderazgo.
La ruptura final, la que lo sepultó políticamente, se produjo a inicios de la década de 2010, cuando Luis Abinader, Hipólito Mejía y otros dirigentes abandonaron el partido por diferencias con Miguel Vargas Maldonado y fundaron el PRM.
Hoy, el PRD es un partido minoritario sin ninguna posibilidad de imponerse electoralmente en el futuro cercano.
PLD: de maquinaria electoral a crisis de sucesión
El PLD, como ya dijimos, fue concebido por Juan Bosch en 1973 como una alternativa ideológica al PRD. Durante sus primeros años fue un partido de cuadros, disciplinado y con fuerte formación política. Esa estructura y las circunstancias políticas lo llevaron al poder en 1996, de la mano de Leonel Fernández, y luego le permitió mantenerse como fuerza dominante desde 2004 hasta 2020.

Pero esa disciplina se fue debilitando conforme el partido se convirtió en una maquinaria electoral. La reforma constitucional de 2015, que permitió la reelección de Danilo Medina, marcó el principio del fin de la convivencia interna.
Ya estaban divididos desde antes —como lo evidencian las declaraciones posteriores de Medina y Fernández— aunque lo negaban. Fue a partir de esa fecha cuando el cáncer hizo metástasis y la podredumbre no se pudo seguir ocultando.
Fernández denunció fraude en las primarias internas de 2019 y se marchó para formar la Fuerza del Pueblo. La división debilitó al PLD y, junto con la cancelación de las elecciones municipales de 2020 y la elección de un candidato no acorde, terminaron perdiendo el poder en las elecciones de ese año.
PRSC: la implosión del balaguerismo
Otro ejemplo lo ofrece el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), fundado en 1964 por Joaquín Balaguer. Gobernó el país en tres etapas: 1966–1978, 1986–1996, y fue durante años el símbolo del conservadurismo político en el país.

Tras la muerte de Balaguer en 2002, el PRSC se desintegró progresivamente. Las disputas entre liderazgos emergentes como Amable Aristy Castro, Eduardo Estrella y Carlos Morales Troncoso provocaron un éxodo de dirigentes.
Muchos se dispersaron hacia otros partidos, y el PRSC terminó como un actor marginal, sostenido principalmente por alianzas circunstanciales. La falta de una transición ordenada de liderazgo tras Balaguer mostró cómo el personalismo destruye estructuras cuando no hay instituciones internas fuertes.
PRM: tensiones bajo control… o tal vez no
El Partido Revolucionario Moderno (PRM), heredero del PRD, llegó al poder en 2020 con Luis Abinader, y logró la reelección en 2024. En su corto tiempo de vida ha mostrado disciplina organizativa, pero eso no lo exime de conflictos internos que ya comienzan a surgir.
Con la salida constitucional de Abinader de la boleta en 2028, ya está en marcha una carrera por la candidatura presidencial entre varias figuras, mientras se agita la disputa por la secretaría general y se forzan acuerdos.
El reto del PRM será evitar repetir la historia de su antecesor. Por ahora, el poder mantiene el equilibrio, pero una vez se active la competencia interna en serio, podrían aflorar tensiones que desborden los mecanismos institucionales del partido.
Fuerza del Pueblo: en rebelión, pero se niega
La Fuerza del Pueblo es el partido más joven entre los grandes, pero ya enfrenta dilemas similares. Aunque su figura fundacional, Leonel Fernández, concentra el liderazgo, han surgido sectores que promueven a Omar Fernández como relevo presidencial y otros que pugnan por controlar la secretaría general, hoy en manos de Antonio Peña Florián.
En lo presidencial, el problema no es Omar, tampoco Leonel. Es ante todo, una relación de padre e hijo, y este último ha dejado claro que no adversará a su progenitor.
Pese a eso, hay sectores que empujan en esa dirección, aunque, según algunos dirigentes, dicho ambiente ha sido generado desde fuera de la organización.
La pregunta es si Fernández podrá manejar estas tensiones sin caer en el mismo patrón que vivió en el PLD. La ausencia de mecanismos claros para el relevo interno amenaza con volver a convertir la figura del líder en el centro de todo —y por tanto, también en su principal debilidad a largo plazo.
El destino final es inevitable
No obstante, hagan lo que hagan, ambas organizaciones —dentro de poco o dentro de mucho— vivirán su propio Destino Final. Lo confirma la historia.