Por: Yulendys Jorge
Lo sabíamos, lo intuíamos, lo sospechábamos… República Dominicana es el país con más crecimiento económico en América Latina y el Caribe en los últimos años, nos decían y dicen las autoridades monetarias, y leíamos, leemos en las notas de los medios de comunicación. Las estadísticas no mentían, ni mienten. Pero la pregunta que muchos nos hacíamos era ¿por qué no vemos esos avances en calidad de vida de los ciudadanos?, ¿por qué ese crecimiento no se traduce en la mejora de los servicios básicos?, ¿por qué siguen las carencias en los hospitales?, ¿por qué nos sentimos igual de pobres, ¿quién nos estaba o está mintiendo?
Hasta hace poco, quienes reptaban en el lodazal de la tribuna pública eran presidentes, legisladores, funcionarios de turno, en ocasiones en connivencia de comerciantes “de poca monta”. Al empresariado de nombres encumbrados, a pesar de escasas citaciones siempre fuera de los ámbitos de la opinión pública formal, tradicional, le rodeaba una especie de halo inmaculado. Hablar de sector privado es hablar de institucionalidad, procesos, eficiencia administrativa… de hecho anunciar una alianza público-privada otorga la percepción en las masas incautas, por defecto, una garantía de “buenos resultados” de que “la cosa iba a funcionar».
No son todos los empresarios dominicanos, pero los pocos apellidos que están involucrados en el caso Medusa tienen la capacidad expansiva de un tsunami, y por ello el pasmo es mayor. Qué necesidad tenían esas familias de dejarse arrastrar del apetito voraz de poder y la desmedida ambición de dinero del exprocurador Jean Alain Rodríguez. Preguntas ingenuas, como ilusos son los cientos de miles de dominicanos y dominicanas que trabajamos, los que podemos hacerlo, para “lograr algo en la vida”, para “echar a los hijos hacia adelante”, para “tener una casita”, “para darle una profesión a los hijos”, “para contribuir a tener un país mejor” …
Las revelaciones del entramado Medusa es una fiel radiografía de la estructura, en mayor o menor medida, de cómo funcionan las cosas en República Dominicana. El panorama es francamente desolador.