Desearía mejor oír hablar de deberes, y no de privilegios, solo para unos

Desearía mejor oír hablar de deberes, y no de privilegios, solo para unos

Desearía mejor oír hablar de deberes,  y no de privilegios, solo para unos

Rafael Ramírez Ferreira

 

Porque: En la política, la conveniencia,

tiene prioridad sobre la moral.

Y es que, el concepto de moral, les

es tan extraño, como el cultivo de

Orquídeas para un esquimal.

Cada quien debe recorrer el calvario que le corresponde por sus acciones pero, no aquel que le es impuesto por otros a su conveniencia, específicamente, el que la maraña política desacreditada y corrupta, le impone caminar, con la única finalidad de esta saciar sus ambiciones personales o de grupos mafiosos, que al final, es en lo que terminan siendo, mafias políticamente organizadas y protegidas por el mismo Estado, que llega a mostrarse impotente ante el poderío adquirido por esas huestes, ya sean familiares, empresariales, el bandidaje, o los pobres padres de familia, surgidos de los barrios marginales en todo el país.

Luchar, pero ¿porqué o para quién?, esa es la cuestión, y es que este pueblo, -al parecer- aun continua en espera de algún pendejo que se quiera casar con la gloria, esa a quien prostituyeron y a quien les da por llamar “Patria”. Porque mentira del diablo, el eslogan arcaico y trasnochado de los políticos: “por el pueblo y para el pueblo”, donde solo existen sus intereses personales, familiares o grupales. Pareciese, que, ante tantos desencantos, los mitos creados alrededor de tantos “héroes” y “sacrificados políticos”, se desmoronasen y cayesen en lo más profundo de las bajezas morales, de donde nunca debieron haber salido, aunque siempre pretenden resurgir para volver hacer lo mismo.

Y es que, en ocasiones, estos jerarcas, preguntan muy desvergonzadamente y con patricio desdén ¿y eso está pasando aquí? No hay problema, elaboraremos planes para resolver este tipo de indelicadezas y luego elaboraremos otros planes a largo plazo con infinidad de ejes y plataformas que erradicaran de raíz estos problemas y bla, bla, bla.

Debido a esto, consideramos que es el momento, para llegar hasta la última bráctea de la alcachofa para tomar responsabilidad sobre el meollo del problema que nos acosa, conocido por todos, pero, de manera selectiva atacado, eso, en unos casos, porque en la mayoría de los mismos, parece ser como la figura de los tres monos, que se tapan sucesivamente orejas, boca y ojos, para no escuchar, no decir y esto, definitivamente, no es lo correcto.

En tanto, las sentinas del silencio han cubierto los hechos donde siquiera corriente de agua alguna agitan para remover el cieno y todo continúa con aparente normalidad, en una calma casi perfecta y claro, todo en apariencia, porque el hedor del fondo en algún momento sube y apesta el ambiente.

Pero continuamos dándole la espalda a la realidad, como una metáfora de nuestras propias vidas, ya que la mayoría de los actos bochornosos que por siempre han cometido y el pueblo permitido, se han quedado plasmados cual pie de página a lo largo de esta historia llena de tapa huecos políticos, que representan nuestros ya conocidos olvidos o, la larga cadena de borrones y cuentas nuevas.

¿O será acaso, que la impunidad e inmunidad se han convertido en un “sistema” tan poderoso económicamente, que son irresolubles las artimañas mafiosas que llevaron a cabo en contra del erario? ¿Es posible? ¡Podría tener algo de cierto! Conocidos son aquellos políticos y funcionarios muy guapos ellos, que se comportan como un Terrier cuando hunde sus dientes en la presa y se niega a soltar, como esos que elaboraron una burda copia de la ley de electricidad española desde los tiempos de la Unión Fenosa. Una copia aplatanada y que, a nadie, antes y después, les ha importado un bledo revisarla o hacer una nueva, principalmente en cuanto a lo que trata de la famosa “Potencia”, para eso, no aparecen los “guapos”.

Se hacen los ciegos ante cosas que deberían ver y al no hacerlo, los hacen cometer errores, al sacar conclusiones que no están respaldadas por los hechos reales. ¡Sí señor!



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