
Este contenido fue producido por expertos del Instituto Weizmann de Ciencias, uno de los centros líderes mundiales en investigación multidisciplinaria en ciencias naturales y exactas, ubicado en Rejovot, Israel.
Las personas suelen arriesgarse para obtener ganancias, pero cuando se enfrentan a la posibilidad de perder, tienden a actuar de manera extrema para evitarlo, incluso de forma irracional. Este fenómeno, conocido como aversión a la pérdida, es central en la teoría prospectiva, que le valió a Daniel Kahneman el Premio Nobel de Economía en 2002. Sin embargo, hasta ahora se sabía poco sobre cómo el riesgo de pérdida influye en la toma de decisiones y su base neuronal.
Un nuevo estudio, publicado en Nature y Current Biology, revela los mecanismos cerebrales que nos hacen más sensibles a las pérdidas que a las ganancias. La activación excesiva o inapropiada de estos mecanismos podría explicar conductas observadas en personas con trastornos de ansiedad y TEPT.
El estudio fue dirigido por el Prof. Rony Paz y la Dra. Tamar Reitich-Stolero, del Instituto Weizmann, junto con el Prof. Ido Strauss y el Dr. Firas Fahoum, del Centro Médico Sourasky (Ichilov), en Tel Aviv.
Cómo el cerebro evalúa el riesgo
La amígdala, una estructura con forma de almendra en el lóbulo temporal, es clave para procesar miedo, estrés y amenazas.
“Recientemente, los médicos han implantado electrodos en la amígdala de pacientes con epilepsia grave para localizar el origen de sus convulsiones”, explica Strauss. “A diferencia de los electrodos de EEG externos, estos registran la actividad de neuronas individuales, lo que nos permite observar cómo pequeños grupos de células procesan la información en tiempo real”.
El estudio utilizó estos electrodos para analizar cómo los humanos aprenden y toman decisiones bajo riesgo de pérdida.
Experimento de ganancia vs pérdida
En la primera fase, publicada en Nature, los participantes realizaron pruebas en las que podían ganar o perder puntos. Un sonido inicial indicaba el tipo de prueba, seguido de dos formas geométricas que señalaban probabilidades altas o bajas de ganar o perder. Con el tiempo, aprendieron qué opciones eran más efectivas.
“En las pruebas de pérdida, los participantes a veces ignoraban la opción óptima y buscaban evitar la pérdida por completo. En las pruebas de ganancia, mantenían la opción aprendida y eran menos propensos a explorar nuevas estrategias”, señala Reitich-Stolero.
El estudio muestra que, ante posibles pérdidas, los humanos tienden a explorar más alternativas, incluso si esto implica mayores riesgos.
La actividad de neuronas específicas en la amígdala y la corteza temporal aumentaba justo antes de que los participantes decidieran probar nuevas estrategias. Este “ruido neuronal” reflejaba incertidumbre y hacía que las personas respondieran de manera más exploratoria ante pérdidas que ante ganancias.
“Cuando la conducta exploratoria se descontrola, las personas pueden quedar atrapadas en la búsqueda constante de mejores opciones, un rasgo típico de los trastornos de ansiedad”, comenta Reitich-Stolero.
Cuando el cerebro generaliza demasiado
En la segunda fase, publicada en Current Biology, los participantes escucharon tonos asociados previamente con ganancias o pérdidas, junto con tonos nuevos similares o diferentes.
Los resultados mostraron que, ante posibles pérdidas, los participantes generalizaban excesivamente, percibiendo tonos similares como amenazas. La amígdala se sobreactivaba, predisponiendo al cerebro a interpretar los sonidos como peligrosos.
“La generalización es útil para la supervivencia, pero cuando se vuelve excesiva, puede derivar en ansiedad, estrés o TEPT”, explica Paz. “Ahora entendemos mejor cómo falla este mecanismo y cómo podría guiar tratamientos más efectivos”.
Relevancia clínica y social
Alrededor del 4 % de la población mundial padece trastornos de ansiedad, y aproximadamente 5,6 % desarrolla TEPT tras un evento traumático. En Israel, tras los atentados del 7 de octubre, se estima que 5,3 % de la población podría desarrollar TEPT.
Los hallazgos del estudio abren nuevas vías para comprender y tratar trastornos de ansiedad y estrés postraumático, al identificar los circuitos neuronales que subyacen al miedo excesivo a la pérdida.
Colaboradores y apoyo
El equipo incluyó también a Kristoffer C. Aberg, Dean Halperin, Carmel Ariel, Genela Morris, Lilach Goldstein y Lottem Bergman. La investigación contó con financiamiento de múltiples centros internacionales de neurociencia y salud mental, y la cátedra Manya Igel de Neurobiología en Weizmann.